Ni la eterna reivindicación de Francisco, el papa latinoamericano, ha servido para acabar con las represalias y la violencia gubernamental en Venezuela. Francisco invoca la paz. Francisco clama por la paz pidiendo "no responder a la violencia con más violencia" porque de esa forma sólo ganan "los señores de la guerra". Señores de la Guerra 1-Paz 0. La goleada es mucho más abultada pero quiero dejar un resquicio a la esperanza. La llamada del Santo Padre no surtió efecto ni durante la Semana de Pasión ya concluida.

En este contexto global "los que pagan el precio son siempre los indefensos". Así ha sido en Venezuela y en la Siria de un Asad al que hay que poner ya fuera del juego político y bélico. Las vidas de las personas vale más que los intereses de todo tipo que los países poderosos puedan tener en esos lugares de conflicto. Cuando se aprieta el gatillo, se lanza gas sarín o se bombardea no se anda con miramientos. Aquello de "las mujeres y niños primero", funciona pero a la inversa. Son los primeros, las víctimas propiciatorias, para morir.

No es Siria el único escenario en conflicto. En Venezuela la vida se hace cada vez más imposible, el aire más irrespirable, la paz más lejana. A causa de la violencia que campa por sus respetos en un país con una ley comprometida, por no decir que sin ley, o acaso la que dicta Nicolás Maduro, la muerte está al acecho. Más protestas antigubernamentales en el "Día del Amor Fraterno", el Jueves Santo, se saldaron con al menos tres personas muertas. Venezuela se ha convertido en un país en guerra, donde la guerra no ha sido oficialmente declarada. Un país cada vez más dividido. La cifra de opositores al Gobierno de Maduro crece, mientras que la de los leales decrece ostensiblemente. Muchos van a gusto en la burra que les ofrece el régimen, pero ya no les vale.

Otra vez, entre los muertos, un adolescente, cuando no un niño de corta edad y el resto jóvenes de veintipocos años que no verán hechas realidad sus reivindicaciones. Protestar en Venezuela puede salir muy caro. Caracas es una ciudad sin ley donde impera la violencia en sus infinitas manifestaciones pero donde muchos caraqueños pierden el miedo para hacer frente a la injusticia, a la iniquidad, a la arbitrariedad y el sectarismo que rodea al gobierno de Maduro.

Las manifestaciones siguen sucediéndose sin miedo a la bala asesina que unas veces pasa rozando y otras dá de lleno en su objetivo. Parece que allí no hubiera lugar para la paz. "La violencia no es la cura de nuestro mundo roto" ha dicho y repetido el Papa hasta la saciedad. O no queremos enterarnos o creemos que a nosotros no nos afecta. ¡Vaya que lo hace! Nosotros ya hemos sufrido una guerra civil y un largo periodo bajo el estigma del terrorismo, tanto el de ETA, el Grapo y el FRAP, como el yihadista. En Venezuela el terror proviene directamente del Gobierno de un inmaduro político, que sólo sabe blasonar de libertad y de pluralidad cuando la libertad se conculca constantemente y la pluralidad tiene un único color, el de su partido.

Allí no se puede escribir, ni hablar, ni hacer, ni decir, con la libertad que lo hacemos aquí. Cada uno defendiendo aquello en lo que cree, pero sin estridencias.