Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes".

Todos conocemos a personas envidiosas, cuyo único afán en la vida es tener cosas, y vemos su sufrimiento, su pesar, su amargura, su infelicidad, cuando ven que a sus amigos, parientes y prójimos la vida les va bien.

La envidia es desear lo que tienen los demás y uno no tiene o no puede tener, cuando un amigo tiene una buena casa, un trabajo o gana una buena oposición, ello origina o despierta la envidia, pero la despierta a veces en aquellos que no se esfuerza o que no hacen nada para mejorar de posición, pero, en cambio, sí anhelan, desean y codician lo ajeno.

En la vida es lícito moverse por una noble ambición para mejorar de situación económica, social, cultural etc... pero, no es lícita la ambición desmedida que puede nublar nuestra inteligencia y causar el mal a nuestros semejantes.

La envidia amarga la existencia del envidioso, que ve como su prójimo próspera honradamente. La envidia destruye la familia, la amistad, las buenas relaciones de vecindad que deben presidir toda relación humana. El envidioso, en el fondo, es un resentido. La envidia, no lo olvidemos, causó el homicidio de Caín contra Abel. Alejemos de nuestros pensamientos la envidia que es la causa de todos los males que pueblan la tierra.

A nivel económico, la envidia, consiste en tener más que nuestros próximos, se entra en la espiral de una competición por unos recursos limitados.

Es muy importante educar y formar a la juventud para que se corrijan los efectos perversos que la envidia origina en la persona envidiosa y en su entorno.

Proverbio 24 -

No tengas envidia de los malvados

ni desees estar con ellos;

porque su corazón trama violencia,

y sus labios hablan de hacer mal.

Tengamos altura de miras y que el hacer el bien sea el objetivo de nuestra vida.

Aquí la envidia y mentira

me tuvieron encerrado.

Dichoso el humilde estado

del sabio que se retira

de aqueste mundo malvado,

y con pobre mesa y casa,

en el campo deleitoso

con sólo Dios se compasa,

y a solas su vida pasa,

ni envidiado ni envidioso. ( Fray Luis de León )

Pedro Bécares de Lera