Euforia tras la Semana Santa. Todo ha salido a pedir de boca, sobre todo el tiempo, que nos ha venido alicatado hasta el techo. Ni lluvia, ni nubes, ni frío, ni viento. Un poquito de más de calor en algunos momentos de la tarde, pero ¿qué no daría un buen turista o un buen cofrade por asegurar grados y cielos despejados frente a la inquietud y la incertidumbre de un chaparrón? O sea que, aquí, en Zamora, ya salvamos el año y ya habrá que empezar a preparar las Pascuas del 2018, incluidas las inevitables y clásicas broncas entre hermandades.

Por tanto, todos contentos, contentísimos. No obstante, como en los famosos comics de Asterix, cabe preguntarse: ¿todos? Y responder, pues, no. Ni toda la Galia estaba ocupada por los romanos (resistía al invasor una aldea), ni todo el personal anda contento por estos pagos. Aunque nadie se queje en alto, hay mucha tristeza en el campo. Salvo milagro de última hora, este año los secanos no darán ni trigo ni cebada ni centeno; darán pena. De hecho, ya la dan. Algunas parcelas están secas, casi con el color amarillento de los rastrojos. En otras domina un verde sucio que se va trasformando en ceniza con tonalidades de desastre. Hay quien ya ha segado algunos sembrados para aprovechar como forraje lo poco que despuntaba y que nunca sería mies que mereciera tal nombre. Y se ven, en pleno abril, aspersores, cañones y pivots zumbando agua por doquier y lanzando al aire una pregunta de fácil respuesta: ¿qué beneficios puede dejar un cereal que necesita riegos, con sus consiguientes gastos, desde mitad de primavera hasta su recolección? Muy poquitos, si es que deja alguno.

Este es, a grandes rasgos, el panorama que hoy se presenta en las principales comarcas agrícolas de Zamora después de una semana de alegría y optimismo por la "bonanza" de la climatología. Y entrecomillo "bonanza" porque sigo sin entender esa rutina-manía-desconocimiento-desdén de muchos medios de comunicación y comunicadores de poner calificativos al tiempo. Hará buen tiempo; empeorará el tiempo; se estropeará el tiempo con la llegada de un frente lluvioso y así sucesivamente. Pero coño, ¿quién les ha dicho a ustedes que cuando llueve hace mal tiempo?, ¿quién les ha dicho que el calor es sinónimo de buen tiempo?, en el panorama climatológico, ¿solo cuentan los intereses de los turistas, de los que van a viajar y de los que van a desfilar tras los pasos?, ¿cuesta tanto decir únicamente calentará, bajarán las temperaturas, llegarán las lluvias, nevará en vez de regar las previsiones con adjetivos como malo, bueno y demás? Sé que es una batalla perdida (he protestado muchas veces por este asunto), pero no me resigno a darme por vencido. Al menos, que conste mi cabreo y, especialmente, mi rebelión contra lo que considero una fuerte injusticia. Se empieza por la mala utilización de las palabras en algo que parece inocente o baladí y se acaba como se acaba, es decir despreciando a lo que no se tienen en cuenta, o no se da importancia, cuando se usan determinadas expresiones.

El caso es que, semántica aparte, estamos como estamos con gran parte del campo zamorano al borde de fortísimas pérdidas. Apenas llovió en invierno, casi no ha caído ni una gota en lo que llevamos de primavera, queda poca agua en los embalses lo que no garantiza los riegos y ya se teme por el futuro sin futuro de algunos cultivos futuros. Por ejemplo: ¿quién se atreverá a sembrar girasol en estas condiciones?, ¿qué pasará con el maíz?, ¿resistirán los viñedos otros cuantos meses sin lluvia?

Sin embargo, hay preguntas aun más dolorosas que creo que conviene hacerse aunque hoy sea una fecha destinada a las celebraciones y a la alegría de la Resurrección: ¿está afectada la sociedad zamorana, tan satisfecha por lo ocurrido estos días, por la situación en la provincia?, ¿es consciente del varapalo que sufrirá la economía provincial si el campo registra las terribles pérdidas que se auguran?, ¿será capaz de solidarizarse de una u otra manera con los damnificados? Tengo dudas, muchas dudas, demasiadas dudas.

Es probable que la mala cosecha lleve a gente a la ruina. Y que esa gente, como ha pasado con tanta otra, tenga que emigrar. Y es probable que esa gente venga el año que viene a la Semana Santa de Zamora, pero ya como visitantes. Servirán para incrementar el número de turistas, para hablar de más éxito. Han venido mil o dos mil más. Pues, mira qué bien.