Muy por encima de la media nacional, los escolares de Zamora han optado por la religión y la moral católica como materia de enseñanza, desechando otras opciones ofrecidas por los actuales planes de educación. Nada menos que el 78 por ciento, ocho de cada diez alumnos, cuando la cifra media nacional anda por el 65 por ciento. No es nada nuevo, porque son datos que se mantienen a través del tiempo, y que ahora han sido reafirmados según confirma el obispado de Zamora, citando cifras recientes de la Conferencia Episcopal. En total, 12.382 menores, de ellos 7.558 que estudian en escuelas públicas, frente a solo 3.643 que prefieren otras alternativas académicas u otras religiones.

Una vez más, la realidad implacable viene a confirmar a la religión católica como la más seguida en España, con un 75 por ciento largo de la población confesándose como tal, aunque no practiquen salvo en acontecimientos sociales, y desde luego educando a sus hijos en el mismo credo, se supone que por razón de tradiciones y principios. Para el delegado diocesano de enseñanza en la provincia zamorana, Juan Carlos López, lo abrumador de este balance sirve para reivindicar un nuevo pacto educativo que contemple la enseñanza de la religión como una oferta normalizada, no como una alternativa ofrecida entre otras, teniendo en cuenta que es un servicio primordial para la educación integral del hombre y la construcción de una sociedad sana. Eso: sana, ahí está la cuestión.

Acierta el delegado diocesano, porque hay que ver, y temer, lo que se nos está viniendo encima últimamente ante el activismo de las minorías y la pasividad cobarde de la corrección política de las mayorías. Poderosos "lobbies" imponen minorías, dignas de todos los respetos, pero que nunca pueden pretender llegar a dominar e imponer sus hábitos y costumbres a una mayoría inmensa que rechaza tres usos aunque casi no se atreva ahora a manifestarlo, más que nada por los votos. De ahí que hayan surgido ya en nuestro país, y en otros, en todo el mundo, las reacciones lógicas a una situación que no puede continuar por tan peligrosa deriva. Se va contra la religión y contra la familia auténtica, la natural, como objetivos principales de estas minorías envalentonadas que quieren cambiar la sociedad.

Reniegan del catolicismo, de sus ritos y liturgias, pero la vieja y rancia corriente anticlerical no renuncia sin embargo, cuando les interesa, a las costumbres que mamaron. No hablan de navidades pero se apuntan a las fiestas y celebraciones. Ahora llega Semana Santa y en algunos lugares, no en Zamora, surgirá la burla de las procesiones laicas, que acabarán en los juzgados. Se casan por lo civil, que está muy bien, pero luego recrean la pantomima del bautizo civil, para dar la bienvenida a la vida al neófito, o la primera comunión civil para festejar el paso de la infancia a la preadolescencia. De lo que se trata es de apuntarse a la conmemoración de una efemérides, pero desde la progresía más lerda. Que a lo mejor todo es eso: una cuestión de inteligencia que es un don tan escaso como la belleza, con el agravante de que ni los 18 años salvan a nadie en ese aspecto. Se tiene o no se tiene, y eso explica casi todo.