Mucha gente en Zamora mantiene una relación amor-odio con la Semana Santa. Odio porque, según ellos, la Semana Santa representa lo más rancio de una época que creen debe ser superada. Amor porque confiesan no poder evitar que se les revuelva algo por dentro cuando pasa la procesión. Lo atribuyen al recuerdo de sus padres, que cargaban con algún paso, o a que el olor a cera y almendras garrapiñadas los trasladan a la niñez? ¿Y por qué no atribuirlo a que la procesión también va por dentro? ¿No bullirá allí dentro, mezclado con las sopas de ajo, una fe olvidada que quiere resucitar? ¿No hay algo por dentro que nos dice que sí, que el milagro es posible, que "la muerte no es el final del camino"? ¿No esperan los no creyentes en el fondo de su alma la victoria sobre el mal, el sufrimiento y la muerte de ese Dios-hombre inocente cargado con la cruz camino del Calvario?

Después de la pasión y muerte de Dios en la cruz, nadie puede echarle en cara no saber lo que es la vida humana y el sufrimiento, porque Dios es ahora uno de nosotros. Es fácil identificarse con un Dios que sufre, porque la vida es un vía crucis para todos y todas nuestras madres sufren por sus hijos. Por eso, dos mil años después, la historia de la pasión sigue apasionando.

Hoy, Domingo de Ramos, Jesús entró en Jerusalén como rey al que la gente aclama, y cinco días más tarde esa misma gente pidió que fuera crucificado. También hoy los niños en la procesión de "la Borriquita" aclaman a Jesús, pero cinco días (unos años) más tarde, se emborrachan en el parque San Martín y olvidan que es una noche santa. Y los mayores salimos acompañando a la Virgen y a Jesús crucificado con mucha devoción, pero después permitimos quitar los crucifijos de las escuelas, convertir religión en una asignatura insignificante, que el aborto triunfe sobre la vida, que el matrimonio se degrade de legislatura en legislatura?

Es el drama de la separación entre la procesión interna (ser creyente) y la procesión externa (manifestarlo públicamente). Hay muchos católicos no practicantes, pero hay más practicantes no católicos, sobre todo en las cofradías, y hay que evangelizarlos. ¿Cómo es posible que un pueblo movido por la fe sea capaz de crear algo tan bello como una procesión, y a la vez no ser capaz de generar un modelo de familia, una conciencia social, una cultura y una política basadas en el Evangelio? Esta es la verdadera (vera) cruz, esta es la verdadera flagelación y crucifixión, esta es la verdadera agonía, esta es la verdadera conducción al sepulcro para no salir de allí, si no hay resurrección de una fe muerta sin obras, o de unas obras (procesiones) muertas sin la fe.