Hasta el año 1898 los dominios de España eran tan extensos que siempre estaba amaneciendo en alguna parte del territorio español; pero tanto dominio en tantas partes del mundo hizo que el poderío llegase a ser agotador y decadente.

La segunda mitad del siglo XIX fue una continua pérdida de terrenos, principalmente en América hasta desembocar en el Tratado de París, España cedería Puerto Rico, Guam, Filipinas y Cuba.

Las consecuencias fueron lamentables en muchos aspectos, sobre todo para aquellos pobres soldados que lucharon hasta el último momento por defender una causa que ya no tenía defensa.

La provincia de Zamora había aportado en los últimos cuatro años (1895-1898) mil doscientos treinta y cinco hombres, de los que regresaron 484, pero éstos llegaron en su mayoría enfermos. En la ciudad zamorana se creó una Comisión Provincial de la Cruz Roja para atender a los soldados enfermos que llegaban de Cuba. Fue convocada una reunión presidida por el señor Obispo en la Escuela de los Descalzos, constituyéndose una Junta encargada de allegar recursos para prestar los necesarios servicios de auxilio a aquellos soldados enfermos. Se abrió una suscripción pública, dando ejemplo de generosidad el gremio de dependientes de comercio. En poco más de un mes se habían recaudado seis mil pesetas, importante cantidad en aquella época que permitió afrontar los primeros auxilios.

A Zamora llegaron ciento noventa y tres soldados necesitados de asistencia médica y farmacéutica, alimentación, hospedaje, abrigo y sobre todo de medios adecuados para llegar a sus casas, viajes que se les pagaron con los fondos que Zamora había recaudado.

Las autoridades ayudaron a paliar la situación en la medida que fue de su competencia, Gobierno Militar, Gobierno Civil, Ayuntamiento, pero cabe destacar la ayuda de la Diputación Provincial: de su imprenta salieron gratuitamente todos los documentos impresos que fueron necesarios; en el Hospital provincial se prestó atención a cuantos soldados de dentro y fuera de la provincia necesitaron acogerse y no fueron pocos los que lograron la curación de sus dolencias. El señor Cid, presidente entonces de la Corporación, dio instrucciones para que estos servicios no sufrieran entorpecimiento alguno con lo que los soldados enfermos fueron atendidos con esmero y diligencia.

Los servicios de ferrocarriles de la línea de Medina facilitaron a los enfermos asientos en segunda clase allanando las grandes dificultades que se ocasionaban en los puntos de desembarco. El Jefe de la estación, los jefes de tren, conductores y revisores ayudaron con su amabilidad en cuanto les fue posible.

Terminada la desastrosa guerra internacional y acordada la repatriación de las tropas de Santiago de Cuba, llegaron a Zamora en septiembre de 1898 ciento noventa y tres repatriados, todos en el lamentable estado que era de esperar y que causó penosísima impresión en la ciudad. A todos se les atendió de igual manera con hospedaje y viajes por las líneas regulares de carruajes públicos de la provincia, sin cuyo auxilio hubiera sido difícil llegar a los pueblos.

En el mes de octubre llegaron a Zamora sesenta y tres más, y en noviembre ochenta y cuatro, todos ellos fueron atendidos hasta la llegada a sus respectivos pueblos.