En este quinto domingo de Cuaresma, cercana ya la celebración de la Pascua, Jesús nos habla de resurrección y vida. El evangelio de hoy es sorprendente. Jesús aparece humano, frágil y entrañable ante la muerte de su amigo Lázaro, pero a la vez nos invita a creer en su poder salvador.

¿Quién no se conmueve con esta bellísima página de la resurrección de Lázaro? Podemos quejarnos con Marta y María por esa ausencia sentida de Dios, que ha permitido tanto sufrimiento. Podemos abrirnos gozosos a la esperanza de una vida futura. Podemos sentirnos expectantes, con la mayor de las emociones al escuchar las magníficas palabras del amigo: "Yo soy la resurrección y la vida". Y podemos repetir con Marta: creo, Señor; creo que tú eres el Mesías, creo que tú eres la vida.

Jesús se pone en camino hacia Betania, a pesar del peligro de muerte. Se trata de un caminar a la luz del día y no hay peligro de tropiezo. Todo lo que se emprende a la luz de la voluntad del Padre y para dar vida no puede terminar en caída y muerte, sino que acabará en resurrección.

Hablando con Marta, Jesús revela la novedad del mensaje cristiano sobre la resurrección. Más allá de la creencia judía, Jesús le descubre que la resurrección está vinculada a Él. El que cree en Jesús y se entrega a Él comienza una nueva vida que supera la muerte física transformándola en resurrección.

Betania es lugar de amistad, de compartir la vida, de descanso. De humanidad. Jesús llora ante la muerte, es humano. Son lágrimas de compasión, de pena, de dolor. ¿Compartimos el dolor y sufrimiento de nuestro mundo o nos es ajeno?

El amigo Jesús nos saca de los sepulcros, como a Lázaro, de la muerte, de nuestras muertes. De la rutina y la tibieza, de las desesperanzas y escepticismos, de nuestros miedos e incapacidades, de las tristezas y aislamientos, del egoísmo, etc.

Desde que Jesús dijo: "Yo soy la resurrección y la vida", ya todo se puede esperar, ya todo se puede explicar, incluso el dolor y la muerte. Él ha venido para darnos vida. ¡Vivid! Este es el camino de la cuaresma que nos lleva a la plenitud de la Pascua. El cristiano apuesta por la vida, por la vida de todos y por la plenitud de la vida.