Es como una especie de indigesto pan nuestro de cada día. Indigesto, porque desayunamos, comemos y cenamos con alguna nueva 'ocurrencia' del entorno de Pablo Iglesias, cuando no es del mismo líder de la formación morado nazareno. La penúltima, por lo menos cuando esto escribo, es la recepción organizada por el Círculo a los familiares de los agresores de Alsasua. Para esta gentuza, los agresores de la localidad navarra son tan víctimas como los guardias civiles agredidos. Esta gente está situada fuera del sistema democrático, se mire como se mire y por donde se mire.

No puedo entender por qué Podemos sigue erre que erre empeñado en alardear de una obscena equidistancia entre víctimas y agresores. Es que la diferencia es brutal. Tres cuartos de lo mismo pasa con la inexplicable defensa de Andrés Bódalo, una especie de matón, un edil podemita que lleva un año en prisión tras ser condenado por agredir a un concejal socialista durante una protesta jornalera en 2012. Bódalo es de los que aplica la razón de la fuerza a poco que se le lleve la contraria. Es reincidente. De puño en ristre y lengua bastante suelta. Sin embargo la agresión física intencionada no es delito si el agresor es miembro de Podemos. Esa es la extraña vara de medir que tiene esta gente.

Bódalo es de los que utiliza con suma facilidad todos los métodos coercitivos a su alcance para convencer al contrario. Esos métodos pasan por los puños. Para boxeador no había tenido precio. Pero se decantó por la política y el sindicato y ahí es donde se ha crecido. Resulta de verdad incomprensible que un partido como Podemos que va por la vida presumiendo de ser muy democrático y además pacifista, tome siempre partido por los mismos: los violentos, los intolerantes, los fanáticos, los sectarios, gentes que tienen al miedo como su mejor aliado. Porque a esta gente, les gusta meter miedo al prójimo. Así es como consiguen muchas cosas, con el miedo como aliado.

Si tan demócratas son, que lo demuestren, que dejen de justificar a violentos, a terroristas, a sátrapas, a todos cuantos se pasan el estado de Derecho por el forro de sus correspondientes. Para más inri, el eximio diputado de Unidos Podemos, Diego Cañamero, no tuvo una idea mejor que recurrir a un espectáculo lamentable y bochornoso, exhibiendo en el Congreso dos carteles, uno de Urdangarín y otro de Bódalo, apelando a una supuesta doble vara de medir de la Justicia en ambos casos. Sin querer entrar en razón, omitiendo interesadamente que Bódalo no está entre rejas por el capricho de partido alguno o del propio Estado de Derecho, sino por pegar a otra persona, y ser reincidente. Porque, Bódalo está enchironado por delincuente y la agresión física es un delito y un peligro. Con semejantes comportamientos no hacen otra cosa que demostrar su inmadurez y su incapacidad para aceptar las más elementales reglas y normas que presiden cualquier democracia consolidada. Y la nuestra lo es, por mucho que estos quieran desestabilizarla, por mucho que estos quieran demostrar lo contrario.

Si aspiran a ganarse el respeto de la ciudadanía van errados. Lo más vergonzoso es que mientras respaldan un manifiesto de apoyo a los nueve imputados por las agresiones a los dos miembros de la Benemérita y sus parejas en Alsasua, alimentan una extraña ambigüedad con las víctimas de ETA y su entorno. No hay que olvidar los 40 años de terrorismo que nos regaló la banda etarra. No hay que olvidar que los muertos los pusieron los demócratas como tampoco hay que olvidar que los secuestros, las matanzas y la sangre derramada las pusieron hombres, mujeres y niños sin otra culpa que la de llevar los más honrosos de los uniformes y ser familiares de todos ellos.