Tras el largo maratón electoral de 2015 y 2016 en España, ahora es Francia el escenario de unos muy próximos comicios que presentan unas perspectivas en las encuestas similares en bastante grado a las que se registraban por aquí en aquellas épocas, perfilado unos resultados lejos de las mayorías que habrían de dar paso a coaliciones gubernamentales que tampoco se presentan fáciles dado que se trata de ramas de arboles comunes. Claro que allí el sistema es otro: las listas son abiertas, y las elecciones tienen lugar a doble vuelta, fechadas para abril y mayo.

Por lo demás y tras los sucesivos fiascos que han supuesto los Gobiernos de derecha primero y de izquierda luego en el vecino país, tampoco sorprende la situación, nada clara, del momento, con auges inesperados y viejas presencias. Uno de los favoritos es Macron, el líder del centro izquierda, predicador de un socialismo liberal, un paso ambiguo y complejo por delante de la socialdemocracia, un intento nuevo que parece que gusta a quienes ya han conocido todas las demás opciones. Enfrente, Le Pen, Marie, la jefa de la ultraderecha francesa siempre pujante pero que no acaba de rematar y luego los clásicos de uno y otro lado: conservadores, socialistas y comunistas desvaídos.

Todos ellos participaron el otro día en un primer debate televisivo electoral que guardaba igualmente muchos parecidos con los que vimos en España, aunque más en la forma que en el fondo, y eso que allí los candidatos previstos no se dedicaron a atacarse entre si desaforadamente sino, con más madurez y oficio, a debatir sobre planteamientos respecto a asuntos económicos, políticos y sociales, por este orden, ofreciendo cada cual sus soluciones y criticando las de los demás. Aunque pese al tono de guante blanco, al líder derechista Fillón, que de favorito ha pasado en unos meses a desplazado, le tocó tener que pechar con la corrupción familiar descubierta.

Tras el debate parece que todo continua igual que estaba, si bien las encuestas dieron como ganador con diferencia a Macron, aunque nadie sepa muy bien que es exactamente lo que ofrece y sea muy poco conocido. Sí se sabe lo que predica sin desmayo la señora Le Pen, que cada vez más radical asegura que prohibirá toda inmigración, tanto legal como ilegal, y vuelve a insistir con algo que le quita muchos votos y que la mantendrá lejos del poder: con el abandono del euro y la salida de la Unión Europea, algo por lo que no están los franceses, muy distantes en este sentido de los planteamientos simplistas que han llevado al brexit a los ingleses a través de un absurdo referéndum que demuestra como el pueblo es capaz de equivocarse tanto o más que sus representantes políticos.

Lo que sucede en Francia siempre interesa al resto del mundo y muy especialmente al resto del continente europeo, sobre todo en un año que los resultados electorales en varios de sus países de mayor peso específico pueden dejar marcada la deriva política y por tanto social y económica de la UE para un futuro tan inmediato que ya está aquí y que aun superada la crisis sigue siendo inquietante.