La imagen titular de la Cofradía del Silencio, el Cristo de las Injurias, es el Crucificado que se encontraba en el Monasterio de los Jerónimos desaparecido con la Desamortización de Mendizábal, en 1835. Aquel monasterio, del que solo se conserva la portada que fue trasladada al Parque del Castillo zamorano, estaba situado en las afueras de la ciudad, en el Barrio de San Frontis al que habían llegado los monjes de la Orden de San Jerónimo en 1534 procedentes de Montamarta.

Hace noventa años, cuando mi abuelo Maximino era cofrade del Silencio, en aquellos años en los que mi abuela Justa preparaba sobre una banasta la blanca túnica y el rojo caperuz para llevarlos, junto con el hachón a la Catedral, donde esperaba el abuelo para revestirse y formar parte de la procesión, escribía en 1927 el erudito Rafael Navarro, académico correspondiente de las academias de San Fernando y de Toledo, sobre la imponente imagen del Santo Cristo de las Injurias que, procedente del monasterio de los Jerónimos, se encontraba en la Catedral.

Cuestionaba, con autorizado criterio científico, la autoría que se le atribuía a Gaspar Becerra. Decía que, a falta de documentación probatoria, no había más remedio que investigar la paternidad de las obras de arte con el estudio de las mismas: "Vaya por delante que, si el Cristo de las Injurias, de Zamora, fuese de Becerra no sería tan hermoso, tan devoto, y tan sugerente como lo es".

De Gaspar Becerra comentaba que, siendo un gran artista, era un escultor sensual y pagano, que las obras de emoción ascética y mística que se le atribuían no eran suyas. Las que comprobadamente lo eran, son arquetipos anatómicos, de composición grandiosa y ascetismo inefable, que no se acercan al sentido cristiano, honda y dulcemente emotivo del Santo Cristo de las Injurias de Zamora.

En el extenso estudio que Navarro hacía en la Semana Santa de 1927, llegaba a concluir que este talla es de autoría ibérica, porque habría que examinar si este Cristo ha podido proceder de talla lusitana, filiación que se le podía dar, porque de mano lusitana son esos prodigios de misticismo artístico que en la Cartuja de Burgos están representados por el San Bruno de Pereira, dejando consignado que los PP Jerónimos de Zamora eran los mismos que en Portugal tenían tan espléndido ascendiente.

Decía Rafael Navarro que la efigie del Cristo de las Injurias es un dechado de equilibrio y de armonía, entre las diversas interpretaciones que en historia del arte escultórico ha tenido Cristo es doliente, pero sin la desgarrada y atormentada expresión de los Cristos germánicos antiguos.

"Si para algo transcendental fue ideado el Santo Cristo de la Catedral de Zamora, fue seguramente para no compartir con ningún detalle del templo y que tuviese la admiración, el pasmo y la emoción religiosa que produce."

Insiste Navarro en afirmar: "¡A buen seguro que no es de Becerra!" En la divina Faz han convergido conmovidos pensamientos y miradas, henchidas de lágrimas. Hace constar que todas las estupendas obras de Becerra son buenas para admirar, pero no han hecho llorar a nadie. El Santo Cristo de los Monjes Jerónimos, sí.