Hay una diferencia entre España y el Reino Unido, que impide invocar el ejemplo de Escocia para Catalunya. Esa diferencia es que en España se alcanzó en 1978 un acuerdo -la Constitución- que entre otras cosas regulaba el modelo de inserción en el Estado de las regiones y nacionalidades. Ese acuerdo, refrendado por amplia mayoría también en Catalunya, es el que ahora pretende denunciar de forma unilateral el separatismo catalán, incluyendo partidos -como la extinta CiU- que entonces defendieron el voto a favor. Obviar este dato de la historia es una falsedad por omisión de los soberanistas; aunque no deja de sorprender que el Gobierno y los partidos que se escudan en la Constitución no insistan en lo más importante: que ésta plasma un gran acuerdo nacional, un pacto sancionado en Catalunya -con una participación semejante a la media en el Estado- por más del 90 % de los votantes.