Si yo mismo hubiese leído hace dos años y poco este mismo titular y por algún casual hubiera pensado que esta pregunta podía ir dirigida a mí, habría dejado de leer al instante. Hoy todo ha cambiado. Por eso, con motivo del Día del Seminario que celebramos este domingo, permitidme, amigos, que os cuente cómo fue la historia de mi vocación, o mejor la historia de Dios conmigo, cómo pasé de un rotundo "no" a un confiado "sí" que cada día se renueva.

Mucha gente me había hecho esta pregunta. Y tú, Antonio, ¿por qué no cura? La verdad que en esos momentos yo no sabía muy bien por qué insistían tanto. Lo que sí sabía es que la respuesta era siempre clara y rápida: "no". Yo no quería ser cura. Estaba estudiando Magisterio y no quería complicaciones, pues aunque siempre había estado muy cercano a la Iglesia, sobre todo en el ámbito de las cofradías y la parroquia, no era como para ser cura. Pero Dios parece ser que sí que quería; Él había pensado en mí, aunque a mí eso no me terminara de entrar en la cabeza.

Una noche de verano, allá por septiembre de 2014, esa pregunta se volvía hacía mí y esta vez era de la mano de mis dos mejores amigos que, tomando algo en un bar, de repente me dicen: "Antonio, y tú ¿por qué no cura?". Y todo cambió. Mi respuesta ya no fue un "no".

Después, con el tiempo, comprendí todo: cómo el Señor me había ido hablando desde hacía tiempo por boca de tantas personas. Incluso mis padres me llegaron a plantear entrar en el Seminario al acabar los estudios de Primaria. Ellos ya oían la voz de Dios que para mí era sorda o, si la oía, pasaba de ella.

Y ahora, estoy convencido de que aquella noche Dios me habló por su boca para decirme: ¿Y por qué no cura? Así de simple y así de grande a la vez. Pues es en lo cotidiano, en lo del día a día, en nuestros compañeros de camino donde Dios nos va hablando. Y es que a Jesús le gustan las cosas sencillas y ahí se hace presente. Y así es como di el paso de entrar en el Seminario y encontré el lugar que Él había soñado para mí desde siempre, mi vocación: ser cura para el mundo, misionero de la misericordia que Él ha tenido conmigo y que quiero compartir con cuantos más mejor.

Y tú, ¿has dejado que, a través de lo cotidiano, Jesús te pregunte "y por qué no cura"? Atrévete a escucharle, no te defraudará.