Aunque el hombre es sujeto de derechos y deberes, ninguno de ellos, debe prevalecer sobre el otro, es más, su perfecto equilibrio es garantía de libertad. Si falta ese equilibrio la sociedad no será perfectamente libre. Unos serían privilegiados y otros penalizados.

La libertad es un bien necesario para que predomine la verdad como base firme y sólida para desenvolverse en la vida. Ya se sabe, la verdad existe, la mentira se inventa.

El hombre, como ser racional además de espiritual, debe buscar la verdad, tan necesaria en esta vida, como para prepararse para la otra, ya que el sentido de eternidad es innato en el ser humano, como demuestran los hombres desde el inicio de los tiempos con sus sacrificios a un ser superior. También es innata, la predisposición del ser humano a la felicidad. El mundo está necesitado de hombres verdaderos, que no perjudiquen a los demás con falsedades y mentiras.

Si fuésemos capaces de aprovechar estas verdades sería fácil penetrar el sentido de lo que sucede en la política, en las relaciones sociales, profesionales, familiares, etc. Es importante porque, al fin tendremos inevitablemente que tomar decisiones, que pueden ser decisivas para nuestro futuro, como para el de los demás.

Los jóvenes, que son el futuro, tienen un problema serio: se les viene escamoteando el valor de tradiciones: locales, familiares, herencias éticomorales, etc. que les debilitan para el choque, siempre inevitable, entre la materia y el espíritu. El resultado es, la deformación de las conciencias que siempre desemboca en crisis. La actual es global y verdaderamente preocupante. ¿A dónde vamos? Todos somos responsables, pero, especialmente, los políticos, educadores, y los padres.

Es natural que cada uno vea la vida de modo diferente, que se la construya a su gusto y por caminos distintos, porque somos libres, pero no es natural despreciar el derecho de los demás a construir las suyas. Conviene meditar sobre el profundo destino de la vida, que no la tenemos para nuestro provecho exclusivamente. Si la vivimos bien, podemos hacer felices a los que queremos y ellos a nosotros en un mundo que parece haberse vuelto loco, despreciando valores eternos, aprendidos durante siglos. La prepotencia y la vanidad cierran el paso a la verdad. La conciencia como guía de la razón y la fe como guía espiritual son ayuda eficaz en su búsqueda. Vivimos tiempos de crisis que no permiten ligerezas. Mejor reflexionar antes de tirar la piedra.

Antonio de Pedro Marquina

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