A nadie ha sorprendido la podemización de Pedro Sánchez que, ni corto ni perezoso ha presentado, sin cortarse un pelo, su proyecto de destrucción de España. Así de claro, mal que pese a sus seguidores que, presos de un fervor incomprensible, no están analizando las propuestas de este señor. Pedro Sánchez no deja nada al albur. Todo lo que hace y dice está bien meditado, como sus apariciones públicas. Sánchez nunca improvisa. No da puntada sin hilo. Le escriben los discursos, los memoriza y, como si tuviera el preciado don de la improvisación, los suelta allá por donde va, haciendo su particular camino de Santiago, y encandilando a sus huestes.

El PSOE, de la mano de José Luis Rodríguez Zapatero, el gran amigo y valedor de Nicolás Maduro, dicen que se va a construir una residencia en Caracas por si al Gobierno de España accede un tal Sánchez, metió en su sede, en su historia y en su vida ese caballo de Troya apellidado Sánchez y ahora está sufriendo las consecuencias. Otro vendrá que bueno me hará, parece decirse José Luis y así es. Nunca en la más que centenaria historia del Partido Socialista Obrero Español un secretario dimitido, que lloró lágrimas de cocodrilo que fueron tan falsas como sus propias palabras, izó la bandera de la insumisión con la soberbia con que lo ha hecho Sánchez.

Hombre, como en todos los partidos hubo sus dimes, sus diretes, sus fricciones, cabreos, arañazos, codazos, pero nunca una rebelión organizada por parte del otrora líder hoy caído y a punto de levantarse de nuevo. Pedro Sánchez quiere reescribir la historia del PSOE y ha comenzado escribiendo un montón de folios con el proyecto que sueña para su formación y que no es otra cosa que un texto cargado de vaguedades y con un cierto tinte revanchista, en el que no hay una sola propuesta práctica. Como siempre y para no variar. Su discurso es el mismo que le hizo caer en picado, que le llevó a convertir al PSOE casi en un partido residual. Cosa que el PSOE no puede permitir.

Lo único que Sánchez ha dejado claro es su giro ideológico hacia la izquierda de Podemos. Esa izquierda tan pintoresca y canalla que apoya a ETA, reivindica el independentismo catalán, confía en Maduro y quiere darle la vuelta a España en una aventura incierta. Con Iglesias y Podemos, Sánchez demanda una "alianza de progreso". Y puesto que el río baja revuelto, el ex líder socialista cuestiona el artículo 2 de la Constitución y pide que se "perfeccione", reconociendo la "plurinacionalidad" del Estado por lo que García Page, presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, ha puesto el grito en el cielo. Con razón. La unidad de España no está en cuestión.

Pedro Sánchez parece haber cogido impulso tras una larga carrera hacia la nada, por no decir que hacia el abismo, y quiere refundar el PSOE, España, la política y todo lo que sea susceptible de ser refundado. Sánchez no sale del 'no es no', le ha cogido saborete al asunto y no ha variado ni un punto ni una coma del discurso que le llevó a perder hasta los papeles. El cartel en el que se parapetó en su presentación en Madrid rezaba algo así como "coherente y creíble". Había dos erratas de imprenta. Porque Sánchez es más incoherente e increíble que nunca. Ahora necesita a las bases que vociferan a su favor, en cuanto alcance lo que busca y que no es otra cosa que la Moncloa para así satisfacer a su mujer, ya verán las bases donde acaban: en el cubo de la basura.