Qué el mundo corre peligro es una evidencia, y no porque un meteorito como el que acabó con los dinosaurios se esté acercando, que hasta de eso podríamos librarnos. Se llama Trump y en cuatro días ha conseguido volver del revés ese consenso llamado "efecto mariposa". Ahora, los huracanes que provoca en la Casa Blanca cada vez que se levanta de la cama son capaces de matar el aleteo de millones de bellas voladoras en el otro extremo del planeta.

Evidente lo anterior, todos estamos obligados a arrimar el hombro y entonces me doy cuenta que debería haber escrito "todos y todas", o viceversa, mientras algunos porcentajes extraños me vienen a la cabeza. Como lo de ejercer la libertad de expresión es una de las maneras de luchar contra la bestia que acaba de advertir que "la prensa es el enemigo del pueblo" y, por otra parte, solo creo en las estadísticas indiscutibles, investigo cual ratón de biblioteca en cien páginas de opinión revueltas de este mismo febrero. Las que tengo más a mano son 46 más 28 más 26, respectivamente, de las ediciones de papel de tres periódicos.

De las 274 cartas al director y artículos de opinión incluidos en esas cien aparecen 250 textos firmados por ellos y 24 por ellas, es decir, el 8,76%. No será fácil encontrar ratios cercanos al 50% en ámbitos estatales o locales de cierta relevancia. Me olvido de lo políticamente correcto porque estando en peligro de muerte resulta suicida y pido, desde ahora mismo, que las mujeres se definan públicamente sobre el riesgo en que todos vivimos, e inunden con sus opiniones los periódicos, aunque solo sea por instinto de conservación. Ya está bien de escurrir el bulto en esto, porque unos minutos a la madrugada se los puede robar cualquiera para ganarlos al miedo. Apoyo a Kevin Costner cuando desde la pantalla grande se atreve a proclamar, por fin, que "en la NASA todos meamos del mismo color".

Domingo Sanz