Directa, sin ambages ni excentricidades, haciendo hincapié en la esencia de lo francés, así se muestra Marine Le Pen en el vídeo de campaña que el nacionalista Frente Nacional, su partido, ha hecho para las próximas elecciones generales de Francia del próximo 23 de abril y el 7 de mayo en segunda vuelta. El clip oficial de la campaña no solo ha generado muchas expectativas dentro de la formación de ultraderecha, es que ha cautivado a cuantos lo han visto por la corrección y sobriedad de su factura. El discurso de la candidata es válido no solo para Francia si no para cualquier país europeo que contemple con la misma preocupación los problemas graves que afectan y alteran también la convivencia en la Europa común.

Miedo me da que Marine Le Pen siga por esa vía de la elegancia y la sobriedad, del mensaje directo porque, de esa forma, tiene todas las de ganar. Sus argumentos electorales son contundentes. Con la voz de la propia candidata, la líder del Frente Nacional hace referencia a los principales problemas que afectan a su país, presentándose a sí misma como garante, ojo al dato, de los derechos de la mujer, porque "es mujer"; del futuro de los franceses, porque "es madre" y de la justicia, porque "es abogada y ejerció el derecho". Y para no dejar nada al albur de lo mucho que a día de hoy preocupa a los franceses, Marine Le Pen alude sin cortapisas al integrismo y la seguridad, y un "sí quiero poner en orden a Francia".

Esta vez, parece que la ultraderechista está haciendo y diciendo lo que los franceses quieren que se diga y se haga, lo que le da muchas opciones. Y ya sabemos lo que puede ocurrir si esta señora llega al Elíseo. El "frexit" en primer lugar y, a partir de ahí, todo lo que dice y hace Trump, solo que en versión francesa que, a lo mejor, tiene más glamour. No me gustan los demagogos, sean del signo que sean. No me gustan los que dicen hablar en nombre del pueblo, ¿qué pueblo?, ¿el de ellos o el de los demás?, sobre todo cuando no se ha delegado en ellos, cuando no se les ha dado vela. Pero cuando las cosas no van bien, siempre gusta escuchar a uno que piensa como tú y además lo expresa sin cortapisas.

Puede que el triunfo de Le Pen no sea ya una utopía. Puede que esté más cerca del triunfo que de la derrota, aunque pocos son los que saben tratar de igual forma a ambos impostores, triunfo y derrota. Asumir uno por exceso y otra por defecto es lo común. Y ni lo uno ni lo otro. Triunfos hay que son auténticas derrotas y derrotas que son auténticos triunfos. Marine Le Pen no es de las que se doblega al miedo que practica el extremismo islamista. Ni al miedo, ni a las costumbres y tradiciones que no van, que no riman, que no pegan con las costumbres y tradiciones francesas. Y cuando no hay miedo, se apuesta por la libertad y se tira de ella y por ella para salvaguardarla de todos los males que la acechan.

Como los votantes de la derecha francesa que no cuaja y de la izquierda francesa rota sucumban al encanto de estas propuestas, acabarán votando a esta señora. Visto lo visto no me sorprendería, pero en verdad confieso que lo lamentaría profundamente.