Empiezo por decir que la familia Bardem en general y alguno de sus miembros en particular, como mamá Pilar y el niño Javier, no me caen ni bien ni medio bien. Este proletario cinematográfico multimillonario, este riquísimo paria que vive en una de las más selectas y carísimas urbanizaciones de Madrid, donde también viven el criticado Cristiano Ronaldo y otros que como CR7 están en el punto de mira de los que todo lo critican cuando no conviene a sus intereses, ha demostrado una vez más su desconocimiento de la Constitución española que costó sangre, sudor y lágrimas, como para considerarla ahora papel mojado.

Si los actores españoles se preocuparan más del cine español y dejaran de jugar a la política, mejor le iría al propio cine y a todos ellos, no tanto a los de la élite cinematográfica que viven como dioses menores, pero dioses al fin y al cabo, como a los parias del cine, los de reparto, los figurantes y demás que incluso a la hora de almorzar lo hacen con menús de burguer y nunca junto a las primeras estrellas, directores y demás. Nos lo contaron a raíz de la entrega de los últimos premios Goya.

Javier Bardem, que nunca sabe si mata o espanta, que demuestra, a diferencia de la elegancia, el saber ser y el saber estar de Antonio Banderas, su tosquedad, su vulgaridad, su rudeza y, sobre todo, su falta de apego a España y a los españoles que no son y no piensan como él, se ha mostrado favorable al referéndum catalán. Bardem pasa de lo que digan el Supremo, el Constitucional, el Tribunal de Estrasburgo, la Carta Magna, la Ley y el sursum corda. En Cataluña, promocionando su última película, no se iba a poner en contra de los independentistas, que son menos de los que no están a favor de la independencia pero hacen más ruido. Y, claro, les regaló el oído.

Eso es lo fácil. Lo difícil en Cataluña es llevar la bandera de España, hablar el idioma de Cervantes y defender lo que por ejemplo con valentía y brillantez defendió hace unos días en el Parlament, Inés Arrimadas. Lo que ha hecho Bardem también lo hacen los cobardes, los pusilánimes, los timoratos, los miedosos. Tanta bizarría como demuestra en la pantalla y tan poco arrojo y bravura como le acompaña en su día a día. Lo fácil es decirle al de enfrente lo que quiere escuchar. Lo difícil es aplicar el sentido común y la letra de la ley. Sólo que este villano de cine lo es también en lo cotidiano. No ha sabido separar a sus personajes de sí mismo.

A Bardem le importa un bledo la unidad de España, por eso se ha mostrado en exceso favorable a que se celebre el referéndum soberanista en Cataluña. Lo ha hecho durante una entrevista en Rac1, emisora de radio en catalán, en cuyas ondas ha dejado ensartadas las siguientes perlas: "Considero y creo fundamental el deseo de una población y una sociedad que decida por su futuro, que vote". ¡Si supiera la cantidad de españoles que votarían a favor de que se exilie en Cuba! No creo que se fuera nunca, ahora que ha vuelto para quedarse puesto que en Estados Unidos no pintan bien las cosas para los latinos, para los hispanos.

Como no podía ser de otra forma, en Barcelona ya tienen titular para unos meses: Javier Bardem, a favor del referéndum catalán. Por favor, que lo adopten y se queden con él para siempre.