Una falta de ortografía nos resulta chocante, nos llama la atención, como es el caso de la del título. A mí me llama la atención la expresión que sirve como "leitmotiv" de toda una generación: "Dios sí, Iglesia no"; y el argumento del que se acompaña es que la Iglesia predica una cosa y luego hace otra, es una hipócrita. Creo que, en cierto modo, cuando afirman esto tienen razón.

¿Qué hace al mundo renegar de la "Higlesia"? ¿Qué hace a tantos cristianos salirse de ella? ¿Qué se está haciendo mal? Algunas de estas preguntas resuenan en mí, pues, como parte de los cristianos que la formamos, me duele que la mediación para llegar a Dios -la Iglesia- no acerque a Dios, sino que, en ocasiones, lo aleja. Estamos configurando una "Higlesia" con H, que predica a Dios, pero no cuenta con Él. Sabemos los cristianos que en la comunidad de la Iglesia está Dios: "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo" (Mt 18, 20), y esta experiencia es la que nos mueve a predicar, opinar, juzgar, enseñar? a un mundo al que hay que anunciar a Dios, pero tal vez haya que anunciarlo también a esa "Higlesia" con H.

En la "Higlesia" con H hemos olvidado a Dios, nos empeñamos en hacer cosas y cosas sin poner la mirada en Él, lo damos por supuesto y, mientras tanto, opinamos, enseñamos y hasta juzgamos a un mundo que lo único que hace es pedir ayuda a voz en grito... y hemos de dársela. Dios nos mueve a hacerlo, pero para ello hemos de dejar que sea Él quien, a través de nosotros, ayude al mundo donde este lo necesite, dando una palabra de aliento y esperanza cuando nos la pida, escuchando las necesidades y preocupaciones antes de repetir el mismo discurso, saliendo a la calle y no quedándonos en las sacristías. No seamos unos hipócritas predicando a un Dios o haciendo cosas en nombre de un Dios en el que, tal vez, ni creemos.

Quitémosle la H a la Iglesia, volvamos a Dios, a contar con Él, a dejar que sea Él quien la guíe, a no prejuzgar el mundo en el que vivimos, sino a edificarlo, con nuestras obras, con nuestras palabras?Con ese amor que nos nace de contar en nuestras vidas con Dios. Un cristiano no puede ser un hipócrita, estando en las cosas de Dios, pero sin Dios.

El cristiano ha de vivir en el mundo, ha de encarnar el mensaje de Dios en la realidad del día a día y, sobre todo, ha de acercar a Dios, no alejarlo.