Si el congreso a la búlgara del PP - el dicho se refiere al antiguo partido comunista de Bulgaria cuyas reuniones acababa siempre con votaciones unánimes a favor del candidato único - se desarrolló según lo previsto, resulta que al final la asamblea de Podemos terminó igualmente de un modo cantado, muy satisfactorio para la facción mayoritaria del vencedor, Iglesias, y casi también para los vencidos de Errejón que lograron un tercio de los votos de la militancia. Aparentemente satisfactorio, hay que precisar, porque pese a los abrazos entre los dos líderes y a las enfervorizadas declaraciones de unidad, la impresión que prevalece es que la herida puede haber sido cerrada en falso y que la cicatrización, si es que se produce, tardará en producirse. Habrá que ver si se empiezan a pasar facturas.

Durante el encuentro, el numero uno y el número dos se habían fundido en un abrazo que parecía ensayado. Y nada más terminar el recuento, Errejón se puso públicamente a la orden del jefe reiterado por unas bases que participaron activamente en una votación que en el fondo era más que otra cosa un plebiscito, tanto ideológico y estratégico como personal. Ahora falta por ver si Iglesias opta por la purga o deja las cosas como están, con los cambios lógicos en los órganos directivos. Errejón se queda, dispuesto a colaborar al máximo, pero en días sucesivos, no muchos, se sabrá si quien ocupa el cargo de portavoz en el Congreso de los diputados seguirá siéndolo o será sustituido por alguien de la linea ortodoxa del partido. Es una cuestión de confianza, sencillamente.Pero no solo serán esas las consecuencias, que irán más allá por cuanto la reelección de Iglesias representa de cara a un futuro en el que se mantendrá la linea dura, a la izquierda de la izquierda, justo lo contrario de lo que buscaba Errejón. Tal postura le puede llevar a perder votos y fuerza, por mucho que recurra ahora a la unión y califique de debate lo que ha sido una confrontación no solo de ideas ambiguas y hasta confusas sino de poder. Una última encuesta, del mismo fin de semana, vaticinaba una subida del PP en intención de voto y una leve recuperación del descabezado PSOE que le volvería a poner por delante de Podemos que perdería posiciones y escaños, aunque no tanto como Ciudadanos para quien se pronosticaba una auténtica debacle.

En fin, que las cosas, en general, van a continuar como están, poco más o menos, a expensas de quien se haga en unos meses con la secretaria general del PSOE. Un nuevo triunfo de Pedro Sánchez, muy apoyado por las bases, y ya en una linea de izquierda pura lejos de la socialdemocracia, acarrearía inquietudes en el PP y en un Rajoy que incluso se postula como apuesta de futuro, toma ya. Por el contrario, con Patxi López o Susana Díaz, tutelados por la Gestora socialista, cualquier entendimiento con Podemos sería imposible. En cuanto a Iglesias cabe suponer que habrá visto las orejas al lobo y ello debería servirle para ser más realista y comedido, renueve o no el partido, abdicando de los muchos errores cometidos en el inmediato pasado, como no abstenerse en la investidura de Sánchez, facilitando el cambio, o aliarse con IU y sus mohosos mensajes comunistoides destinados al fracaso.