Los jóvenes constituyen el segmento de población que sale más dañado de la crisis. Los efectos del desempleo y la baja tasa de actividad han sido demoledores, cercenando sus expectativas muy por encima de lo que lo han hecho en otras regiones del país. La última encuesta del Banco de España sobre la situación financiera de las familias revela que mientras la recesión respetó el nivel de renta de las personas mayores, los menores de 35 años no dejan de ver comprometido su estatus: tienen sueldos en retroceso, dificultades enormes para ingresar en el mercado laboral, empleos precarios y escasas posibilidades de acceder a una vivienda. La juventud zamorana sufre un doble castigo, el derivado de la inquietante atonía económica y el de las menores ventajas que obtiene de su preparación

Más de 2.000 hombres y mujeres de Zamora de entre 16 y 29 años carecen de trabajo. El presente laboral de los jóvenes zamoranos viene determinado por la sobrecualificación y las ocupaciones a tiempo parcial. Eso, cuando surge la oportunidad en la provincia de origen, lo que, en el caso zamorano no se da en demasiadas ocasiones. La mayoría de los profesionales que emigran fuera de la provincia pertenecen a la élite de la educación y la formación.

Así lo asevera un informe del Servicio Estatal de Empleo que, en su último informe conocido, correspondiente a 2015, cifra más de 500 los menores de 30 años con formación técnica, científica e intelectual que abandonan Zamora cada año, una auténtica "fuga de cerebros" que tiene un coste inasumible para la sociedad zamorana. Según la última Encuesta de Población Activa, más de 1.200 personas entre los 16 y los 25 años se encuentran en situación de desempleo, un 8,5% del conjunto de zamoranos que busca un trabajo.

Poseer una excelente formación garantiza menos oportunidades para ganarse la vida que en otros lugares del Estado o del extranjero. ¿Sorprende que intenten establecerse fuera? Salir en el mundo abierto del siglo XXI de la zona de confort que representa la comunidad propia no supone una tragedia. Resulta incluso recomendable, y hasta imprescindible, para ensanchar conocimientos, enriquecer horizontes, experimentar otras culturas y contrastar soluciones diferentes. Lo grave para toda una hornada no es emigrar sino carecer de oportunidades para, llegada la hora del regreso, devolver en talento a la sociedad zamorana todo lo que ésta invirtió antes en su formación. Zamora carece de población joven, un bien escaso, y coloca a los que se quedan tantas trabas en el camino que termina por malograrlos. Buena parte de los más de 2.000 emigrantes que pierde la provincia cada año se corresponde con menores de 35 años. Jóvenes que se van porque "el mercado laboral es incapaz de asumirlos", indica el mismo organismo estatal.

La principal diferencia entre un joven de aquí y otro migrante hay que buscarla en la disponibilidad monetaria. Los salarios de las regiones españolas más competitivas y los de los destinos extranjeros equivalentes permiten a los recién colocados emanciparse con un esfuerzo relativamente moderado, comprometiendo una cantidad mensual por debajo del 30% de sus ingresos. En cambio, los hogares en Zamora formados por personas que no han cumplido los 30 años no pueden acceder a la compra ni al alquiler de vivienda con plenas garantías de solvencia sin recurrir a la ayuda de la familia. Precisan desembolsar medio sueldo solo para hacer frente a un arrendamiento o a una cuota hipotecaria.

Con arreglo a los salarios medios de este colectivo, los jóvenes zamoranos deberían obtener unos ingresos superiores un 40% de lo que perciben para poder afrontar una hipoteca sin endeudarse peligrosamente. No es de extrañar que ocho de cada diez personas de entre 18 y 30 años vivan todavía en casa de sus padres. Castilla y León es la comunidad en la que más cuesta emanciparse por esa falta de oportunidades que lastra todo el territorio.

La pérdida de poder adquisitivo de los hogares fundados por quienes emprenden su andadura profesional disminuye año tras año. La renta de los jóvenes cayó un 25% durante los momentos más terribles del crac. En cambio la de los jubilados entre 65 y 74 años aumentó un 2%. Las circunstancias propician una paradoja que agiganta la sima entre generaciones. Quienes comienzan su andadura en las empresas afrontan un escenario de elevada incertidumbre con nóminas sensiblemente inferiores a las de sus predecesores. Quienes empiezan ahora a disfrutar de sus pensiones reemplazan a una promoción anterior con prestaciones más bajas. Merecidamente, pues, aportaron al sistema cotizaciones mayores y durante un periodo más largo. La Seguridad Social batió en enero su récord mensual de gasto en pensiones: 8.600 millones de euros, 400 de ellos solo en la provincia zamorana.

El sistema protege a los que considera vulnerables por su escaso margen de reacción ante los reveses y las alteraciones, los mayores, pero deja al albur en circunstancias difíciles a quienes inician la senda. La crisis empobreció a la clase media y dejó en la estacada a miles de trabajadores. Si hay un grupo específico tocado que merece atención especial hoy es el de la gente joven. Sólo existe una forma de rescatarlo: con un profundo cambio de actitudes económicas y también de mentalidad. A Zamora no le basta con crecer. Necesita hacerlo a mayor velocidad que el resto para acortar distancias. La cultura endogámica y del amiguismo propicia que no siempre salgan a flote los mejores. Proliferan los casos de profesionales brillantes, sin sitio por las rigideces y la burocracia de los organismos y las instituciones, que acaban siendo reclutados lejos, en corporaciones competitivas de la máxima relevancia.

La pirámide poblacional zamorana tiene una base estrechísima y una cúspide ancha. Cualquiera, a simple vista, la aprecia como inestable e insostenible. ¿A qué provincia aspiramos? ¿Una de clases pasivas dominantes, sin mano de obra renovada y dependiente de las prestaciones sociales? El asunto se ha instalado en la agenda pública provincial y regional aunque más de palabra que como prioridad estratégica. Queda poco tiempo para evitar el desmoronamiento y no pasamos a la acción, a pesar de documentos tan estremecedores como el de la Federación de Municipios y Provincias que indica que el 90% de los pueblos zamoranos, aquellos que en la actualidad ya cuentan con menos de mil habitantes, habrán desaparecido en pocos años debido a la sangría demográfica. Pero los documentos, los protocolos y las buenas intenciones no bastan para conseguir que vivir la juventud en Zamora suponga una ventana a la ilusión y a la esperanza, no una irremisible condena.