Apenas concluida la maratón electoral que nos ha tenido colgados de las urnas durante los dos últimos años, llega la cascada de congresos de los principales partidos de la escena política española. Si el pasado fin de semana era Ciudadanos, este son esos el PP y Podemos. Queda solo el PSOE, cuyo proceso se va a extender aún durante bastantes semanas en ese camino casi refundacional en el que se encuentra inmerso el más antiguo de los partidos españoles.

Para cualquier analista político que debiera diseñar el contexto ideal para su análisis, el tiempo que ahora mismo vivimos reuniría buena parte de esas características "ideales".

El entorno internacional se ha tornado pleno de incertidumbres, liderazgos inesperados y propuestas políticas que se aferran a proteccionismos que creíamos completamente desfasados por la fuerza imparable de la globalización. El Brexit, Trump, la ruleta política francesa bajo la amenaza del peso de los extremismos catalizados por el Frente Nacional, la crisis migratoria y el terrorismo islámico suponen un rosario de variables que nos indican que nadie puede saber a día de hoy cómo van a estar las cosas en los próximos años, o apenas en unos meses, en el mundo y, especialmente, en la nueva Europa que puede morir antes de terminar de dar sus primeros pasos.

La situación económica nacional sigue castigada por una crisis para la que el PP, con un gobierno de amplísima mayoría absoluta y el control institucional mayoritario de comunidades autónomas y corporaciones locales, no supo aplicar las recetas adecuadas y en algunos casos ensayó tratamientos contraindicados, perjudicando a los sectores más débiles e importantes de nuestro sistema productivo. Autónomos y pequeñas empresas sufren no solo los efectos de la crisis en sí, sino de la obsesión fiscal recaudatoria de unos gobernantes preocupados por cumplir los compromisos europeos de lucha contra el incremento del déficit público por la vía de las subidas de impuestos y no del control y ajuste del abundante gasto superfluo de las administraciones públicas. Instaurar políticas que reviertan la situación, generen confianza y apoyo y contribuyan activamente a la mejora del empleo y de la renta nacional Todo ello con el aditamento de las múltiples rupturas sociales derivadas de la revolución tecnológica y de la comunicación en que estamos inmersos. De las diferencias y desequilibrios territoriales por causas políticas y económicas cada vez más acentuadas. Del choque de las viejas estructuras de los partidos, anquilosadas en las prácticas de funcionamiento no democrático, con la mayoría de edad ciudadana de sus afiliados y simpatizantes que quieren puertas y ventanas abiertas, modernidad y capacidad de decisión liberada del secuestro por unos pocos.

Cuando ya no hablamos de dos partidos consolidados y únicos, sino de un abanico de cuatro fuerzas tratando de ganar o conservar espacios, las decisiones del día a día pesan, pero serán sobre todo las estrategias troncales que ahora se impongan las que determinarán quienes tendrán el predominio político a pocos años vista.

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