Nos puede resultar paradójico, pero aún en el presente millones de hombres y mujeres ven como sus vidas languidecen o se extinguen ya que padecen hambre, así nos lo vuelve a recordar la organización católica Manos Unidas. La cual, una vez más, se presenta ante nosotros para mostrarnos la cruda realidad de esta lamentable situación en la que se encuentran tantos seres humanos, y para invitarnos a agregarnos a su firme propósito de hacer frente a esta injusticia, con el fin de que todos vean satisfecha esta vital necesidad.

Para la Campaña contra el Hambre de este año Manos Unidas nos propone este lema: "El mundo no necesita más comida; necesita más gente comprometida". Con este llamamiento nos ayuda a reconocer que el problema del hambre no depende primordialmente de la carencia de alimentos, sino de la escasez de personas que se interesen, decidan y actúen ya para solventar esta vergüenza social. En una palabra, hay déficit de compromiso con esta realidad.

Conviene que recordemos algunos datos estremecedores sobre la pervivencia del hambre en el mundo: en el año 2015 todavía 795 millones de personas no disponían de los medios suficientes para tener una vida sana, es decir, una de cada nueve personas en el planeta, de los cuales la mayoría vive en los países en desarrollo. En África subsahariana se encuentra el porcentaje más alto de hambrientos, ya que allí una de cada cuatro personas está desnutrida. La desnutrición es la causa de la muerte de los niños menores de cinco años, en total más tres millones al año. Esto conlleva que uno de cada cuatro niños en el mundo padezca retraso en el crecimiento. Y, además, en los países en desarrollo viven 66 millones de niños y niñas que asisten al colegio con hambre, de los cuales hay 23 millones en África.

Ante esta escandalosa situación, por la cual numerosos seres humanos no pueden sobrevivir porque no encuentran el alimento necesario, Manos Unidas, siguiendo su encomiable y perseverante trayectoria, se propone trabajar para intentar superarla. Para ello sustenta su esfuerzo desde dos principios fundamentales: la solidaridad y el derecho a la alimentación. En primer lugar, nos lleva a reconocer que el problema del hambre reclama un compromiso ético de todos a nivel personal y social. Este compromiso está motivado por la solidaridad de todos los hombres entre sí, ya que todos los seres humanos estamos fraternalmente vinculados formando la única humanidad. A través del ejercicio de la solidaridad de unos con los otros se despliega y verifica la empatía. Por ello, para actuar a favor de los hambrientos, se requiere sentir empatía con ellos, es decir, reconocer que su vida nos importa, que son significativos para nosotros, que asumimos como nuestra su situación dramática de carencia de una alimentación sana y equilibrada, y que los queremos ayudar.

Cuando empatizamos con los otros entonces reconocemos su dignidad, nos solidarizamos con ellos, y estamos dispuestos a compartir de lo nuestro para que alcancen una vida digna. Esto implica que todos los hombres puedan participar del conjunto de los bienes disponibles, que sólo se puede lograr desde su redistribución con justicia. Así, la lucha contra el hambre depende más de una distribución equitativa de alimentos que de la producción de los mismos. O sea, que no se necesitan más alimentos, sino "más gente comprometida". En este sentido el pensador Levinas llega a reclamar con contundencia: "Dejar a los hombres sin alimento es una falta que ninguna circunstancia atenúa. Ante el hambre de los hombres, la responsabilidad sólo se mide "objetivamente". Es irrecusable".

Además la lucha contra el hambre está sustentada en un derecho fundamental de todo hombre como es el derecho a su alimentación. Para defender, reclamar y extender el acceso a la alimentación de manera regular, adecuada y suficiente de toda persona que le garantice una vida digna y satisfactoria, Manos Unidas se compromete a continuar trabajando.

Como una organización católica, el compromiso de Manos Unidas está motivado en principios de actuación emanados del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, de los cuales sobresalen: la opción por los pobres. Esto implica hacer frente a la injusticia que es causante del hambre de tantos seres humanos pobres, ante lo cual la fe cristiana nos moviliza para actuar a favor suyo ejercitando la justicia social. Además, el destino universal de los bienes que implica una redistribución más equitativa del trabajo, de la renta, de la riqueza, y, sobre todo, de los alimentos, o sea, que los frutos de la tierra beneficien a todos los hombres. Así como el principio del bien común que conlleva el respeto a la persona en cuanto tal con vistas a que alcance su desarrollo integral. Y también, los derechos inherentes a la dignidad de la persona, de los cuales se deriva el derecho a su alimentación. Esta dignidad humana está fundamentada en la condición de hijos de Dios, por ello "el ser humano es siempre un valor en sí mismo, y como tal ha de ser considerado y tratado. Y jamás ser tratado y considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa" (Juan Pablo II, Christifideles laici 37).

Para concretar su actuación en la lucha contra el hambre, Manos Unidas quiere implicarse en la promoción de una cosecha de alimentos que esté destinada primariamente al consumo humano, y no orientada a la especulación, como acontece en el mercado mundial. Así como se quiere comprometer a favor de un aprovechamiento riguroso de los alimentos, tratando de disminuir su pérdida y erradicar su desperdicio.

Denunciando el desperdicio de alimentos, extendido tan frívolamente en los países desarrollados, enseña el Papa Francisco: "Debieran exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta" (Laudato si' 90). Frente a la práctica del desperdicio, Manos Unidas nos propone un consumo responsable, llevando una vida más solidaria y sostenible, y adquiriendo sólo lo que vayamos a consumir.

Por lo tanto, es preciso que todos nos planteemos personalmente si nos querremos sumar a este caudal de compromiso con los hambrientos que promueve y despliega Manos Unidas. O sea, si estamos decididos a involucrarnos ya en beneficio de tantos hombres y mujeres carentes de lo más necesario para sobrevivir. Si no nos quedamos solo impresionados de esta injusticia, sino que, cambiando nuestro estilo de vida, entregamos nuestra vida y aportamos de lo nuestro para que los proyectos solidarios de Manos Unidas puedan realizarse, ya que somos personas cada vez más comprometidas. Por todo lo cual, os estimulo y os pido que sigáis creciendo en vuestro compromiso con alegría y generosidad.