Estuve echando un vistazo al periódico y me encontré con un artículo en el que Araceli nos hablaba de la presencia cotidiana de la fauna salvaje, sobre todo ciervos y corzos, en las carreteras del occidente de la provincia.

Me gustó mucho la formaen que lo describiste, Araceli, porque sencillamente hiciste visible la experiencia que hemos vivido todos nosotros decenas de veces y que se ha convertido en un tema de conversación tristemente recurrente al llegar al trabajo, cuando tomas un café o en la sobremesa.

Yo vivo en la comarca de La Carballeda y no conozco a nadie que no se haya llevado algún buen susto con el coche. Además, en una zona con la población tan dispersa, nos toca utilizarlo para todo: ir al médico, a trabajar, a comprar o para que los niños se desplacen al colegio. Pero no solo nosotros sentimos ese riesgo: también saben de qué hablamos quienes van de fin de semana al Lago de Sanabria, visitan la Sierra de la Culebra o sencillamente pasan por las carreteras de Aliste, Tábara, Sanabria, Carballeda y? muchas más. Porque ahora encontramos "bichos", como los llamamos familiarmente, en la N-525 a la altura de Vega de Tera un día sí y otro también e incluso hacen ocasionalmente sus incursiones por las autopistas de la provincia.

Es cierto que en muchos tramos aparece señalización advirtiendo de la presencia de fauna salvaje, aunque de poco sirve, en mi opinión: cuando un ciervo salta a la carretera te da igual ir a 70 que a 100 kilómetros por hora, el susto no te lo quita nadie, porque aparecen como una exhalación de la nada, muchas veces en grupos, por lo que se hace prácticamente imposible esquivarlos.

Esta situación no sería tan sangrante si no se cobrara también la vida de algunos vecinos, amigos o viajeros que transitan nuestras comarcas. Cada vez que paso por el pinar de Vega de Tera se me encoge el corazón cuando veo los ramos de flores que rodean ese pequeño altar al pie de la carretera y que recuerda la muerte de un joven de unos diecinueve años, vecino de un pueblo cercano, que circulaba en moto de vuelta a casa un día de verano.

Y a qué padres no se les ha pasado por la cabeza la posibilidad de un accidente cuando dejan a sus niños en el transporte escolar de estas zonas.Todos lo hemos pensado.

Las Guardia Civil lleva años promoviendo campañas para la prevención de accidentes: controles de velocidad, de alcoholhemia, uso del cinturón de seguridad; todo ello para protegernos de nuestros propios errores. Pero, ¿quién nos protege de los "errores" de los bichos? Porque no sirve con conseguir que conduzcamos a 70 kilómetros por hora si no se controla la "cabaña" de ciervos, corzos y jabalíes que proliferan de forma alarmante con el beneplácito de las autoridades.

Esas mismas autoridades periódicamente hacen públicas estadísticas de accidentes provocados por exceso de velocidad, consumo de alcohol, drogas,? pero confieso que nunca he visto en los medios esas mismas estadísticas referidas a las víctimas de accidentes originados por la fauna salvaje.

¿Y se conoce públicamente el censo de animales que pueblan la Sierra de la Culebra o las montañas de Sanabria? Porque a ojos vista está aumentando exponencialmente. No llevamos cuatro días viviendo en estas comarcas, y hemos asistido al aumento vertiginoso del número de cérvidos, que no solo causan accidentes en la carretera, sino que acaban con los pocos cultivos que quedan en la zona. Una de las respuestas de los forestales ante la queja de los vecinos fue que no nos esforcemos en plantar o en vallar porque no sirve de nada. ¿Es así como se asienta la población en las zonas rurales?

Más preguntas: ¿a quién beneficia tal proliferación de fauna en nuestros montes? ¿Para quién se crían? Porque no creo que favorecer tanto su expansión se deba a que al político de turno le marcara de pequeño la película de Bambi. ¿Se trata de una "cabaña" controlada? Porque de ser así esa cantidad de animales resulta indignante y de no serlo, hablaríamos de incompetencia política y administrativa. ¿Se vigila igual a los rebaños de ciervos (su ubicación, sus desplazamientos, las horas a las que suelen acercarse a las carreteras) que la velocidad de los conductores? ¿Cuál de las dos cosas sería más útil? ¿Es porque es muy caro controlar a los animales o es solo desinterés? ¿Hasta cuándo servirá pagar el silencio de los ayuntamientos con los ingresos que reciben por la subasta de precintos? ¿Hasta que le toque de cerca a algún político?

Cuando hablamos de estos temas inevitablemente nos invaden la impotencia y el desaliento. Somos pocos, muy resignados y con escasa representatividad. El sentimiento de pesimismo se extiende fácilmente en las comunidades que van perdiendo paulatinamente las esperanzas de supervivencia.

Pero no estamos solos: dicen que "las penas compartidas son menos penas" y desgraciadamente amplias zonas de Asturias, Galicia y las comarcas de montaña de Castilla y León, por poner varios ejemplos, sufren circunstancias similares. La solución pasaría por unir nuestros esfuerzos: crear entre todos asociaciones, plataformas y foros donde dar visibilidad a este problema. Estoy segura de que en muchos de estos lugares piensan lo mismo y ya se están organizando.

Lamentablemente yo no tengo las soluciones. Juegan en nuestra contra la polarización (nuestras comarcas están muy alejadas unas de las otras), la intervención de distintas administraciones (diferentes autonomías), el cansancio. A nuestro favor, que podemos comunicarnos con esas otras comunidades utilizando las redes sociales o estableciendo contactos a través de los grupos de acción local de nuestras respectivas comarcas, también seguir el ejemplo de las iniciativas que hayan dado frutos y unirnos a ellos a las plataformas ya existentes. Es solo un punto de partida, pero por algún lado hay que empezar.

Hay que trabajar por ello. Somos una provincia con fuerte despoblación y con un alarmante descenso de habitantes en las zonas rurales. Los pueblos guardamos el patrimonio de la tradición, el que nos identifica y nos une a nuestras raíces. Sin los pueblos se desdibuja la personalidad de una provincia, de una autonomía, de un país, que acaba perdiendo su esencia. Por eso, los problemas de un pueblo lo son también de todaslas administraciones territoriales de las que depende y la responsabilidad de su supervivencia corresponde a todos los ciudadanos.

No quisiera tener que ver más cruces a los lados de la carretera por accidentes de este tipo, estúpidos, y evitables con una adecuada voluntad política; ni tener miedo antes de ponerme en carretera.

No puedo negar que es una maravilla ver a los rebaños de ciervas pastando plácidamente en las praderas de La Culebra a plena luz del día y reconozco que suponen un valioso recurso turístico y cinegético. Pero la virtud se encuentra en el término medio y es necesario encontrar un punto de equilibrio para que podamos convivir de forma segura las poblaciones rurales y los animales salvajes.

Isabel R.