El primitivo recinto amurallado de Zamora tenía una de sus puertas en el lugar donde ahora se encuentra la calle de Balborraz, este nombre procede del árabe "bab al ras" y data de la época del siglo X cuando se produjo la batalla conocida como "El Día de Zamora". La puerta desapareció al ser demolida por amenazar ruina en el año 1555.

En el verano del año 901, las aguas del Duero bajaron tanto su nivel que podían ser vadeadas fácilmente, ocasión que aprovecharon los árabes para llegar hasta las murallas de la ciudad y atacarla con furia.

El llamado "profeta árabe", Ahmed-ben-Moavia, por sobrenombre Abul Kassin, tuvo la arrogancia de dirigirse por escrito al rey cristiano Alfonso III El Magno, insinuándole que se hiciera musulmán y vasallo suyo, so pena de muerte ignominiosa y cruel. En respuesta el monarca atacó sin vacilar a los sitiadores, librando una batalla que se mantuvo incierta cuatro días, peleando con igual saña uno y otro bando, pero el último de estos días, la victoria se inclinó del lado de los cristianos. Ahmed cayó en la refriega junto con muchos musulmanes, y las puertas y almenas de la ciudad quedaron coronadas de cabezas moras en represalia del bárbaro ataque de los árabes. Aquella puerta de la muralla más próxima al río fue en la que se mantuvo colgada la cabeza del caudillo moro.

Don Alfonso persiguió a los fugitivos hasta la entrada de Toledo cuyos moradores atemorizados le dieron muchas riquezas, y como no entraba en sus planes atacar la ciudad, tomó la vuelta a sus reinos cargado de un gran botín y de laureles de victoria.

Volvió luego don Alfonso a emprender trabajos de repoblación y fortificación de los Estados cristianos, dejando para la guarda de Zamora a su hijo Don García, casado con Munia, hija del conde Nuño Fernández, gobernador de nuestra capital, lugar de asiento de la real familia, desde donde el monarca organizaba sus expediciones militares y a donde regresaba a la vuelta de ellas.