el Evangelio de hoy, de Mateo, expresa cuál es la misión de los creyentes de todos los tiempos: ser sal y luz para el mundo. Metáforas de urgencia para el discípulo, quien deberá darse a conocer no por sus palabras, sino por sus obras, en la línea esbozada el domingo pasado.

Así es como el discípulo se convertirá en argumento probatorio de la existencia del Padre de los cielos. A través de su compromiso en favor de los demás es como estos deducirán la existencia de un Dios que es Padre. El texto es claro y contundente. Si no existieran hombres y mujeres comprometidos en la línea de las bienaventuranzas, habría que inventarlos. Sería demasiada la "sosez" existente y demasiada la tiniebla, ya que, sin ellos, ni la fuente de la sazón se conocería ni el sol iluminaría. Hay imágenes que valen por mil palabras. Las del texto de hoy pertenecen a este tipo.

Alguien podría pensar que el seguidor de Jesús es avasallador y prepotente. La metáfora de la sal le ayudará fácilmente a eliminar ese pensamiento y a sustituirlo por este otro: ser seguidor de Jesús es un arte, el de ser y estar sin aparentarlo. Como la sal.

Y honestamente también preguntarse esto: ¿y cuando la Iglesia no es "luz del mundo", sino que también aporta su oscuridad, el pecado de sus fieles y hasta de sus sacerdotes, y la falta de renovación para ser sal de la tierra? Porque la frase del evangelio no es una declaración dogmática que nos haga inmunes al mal... El mal y el pecado también se adentran en nuestras vidas, y en la del colectivo eclesial, y hace falta coraje para verlo, para reconocerlo y para combatirlo. Combatir el mal, también cuando lo vemos dentro de nuestra propia Iglesia, es un deber. No es mayor amor el de quien prefiere callar... Ciertamente que la denuncia del mal de la Iglesia tiene que ser por amor, pero un amor probablemente conflictivo, que encontrará resistencias. Sin embargo, el amor no es capaz de callar de forma cómplice, cuando se siente en la obligación de combatir el mal, precisamente por amor. Al mismo tiempo, en esta semana próxima, cuando se presenta la campaña contra el hambre de Manos Unidas, es preciso descubrir cómo hay tantas personas que son sal y luz en tantos países que trabajan en favor de los más pobres sin más títulos que los que tienen grabados en el corazón, heridas que van curando y convertirse en oportunidad para ser instrumentos del amor de Dios en el mundo. Quédate con estos últimos.