En realidad, todo hace mucho tiempo que empezó y hay que recurrir a la historia para hallar el origen de los nacionalismos en España, algo que cristalizó con la república al reconocer nacionalidades autónomas y ejecutivas a Cataluña y al País Vasco. Lo que nadie esperaba, ni siquiera ellos mismos en el fondo, es que con la transición política y el paso de la dictadura a la democracia volviesen también, como volvieron y demasiado pronto, con innecesarias urgencias, los viejos problemas derivados de las ínfulas soberanistas mantenidas de siempre por esas regiones, a las que el Estado dotó de poderes gestores, que aun fueron aumentándose y mucho, dentro de un país unido y de una Europa unida.

Afanes nacionalistas utópicos e irrealizables, pero que han costado, en un caso muchas muertes, mucho dolor, y en otro, ahora, un arrogante desafío por parte de las fuerzas separatistas catalanas a las que el Gobierno de la nación se enfrenta, con patética debilidad, desde hace ya años y que amenaza con llegar a su punto de inflexión determinante, tanto que desde la Generalitat no se duda en anunciar que el referéndum se adelantará a principios del verano y que si gana el sí se constituirá unilateralmente una república independiente de Cataluña. Y con los abertzales vascos detrás y a la expectativa, y haciendo cola, por si acaso, los clanes independentistas gallegos, valencianos y baleares.

Sería un panorama estremecedor si la quimera, el fanático voluntarismo que ciega sus ojos, los de todos ellos, tuviese el menor viso de poder convertirse en algo verdadero. Pero no lo tiene ni lo va a tener, por muchas bravatas y muchos faroles que lancen. ¿Referéndum? Sí, pero participando no solo los catalanes sino todos los españoles. O sea, que no. Pero esta vez ni siquiera podrán hacer el torpe remedo de consulta que hicieron el 9-N del 14 y que encima estuvieron a punto de perder. Porque parece que por fin Rajoy ha despertado y se ha convencido o se quiere convencer de que además del diálogo ofertado y no aceptado, y que los secesionistas siguen pasándose por el arco del triunfo, es necesario ya el momento - tan retardado - de la firmeza. Hasta el punto de que por fin desde el Gobierno se empieza a hablar de la posibilidad de medidas drásticas si continúan adelante con su locura.

Medidas que pasarían por echar mano de la Constitución y en concreto de su articulo 155 que permite, en casos semejantes, suspender la autonomía o algunas de sus funciones. Ya se ha dejado caer que Interior tomaría el mando de los mossos, las fuerzas del orden catalanas, que Educación gestionaría los centros de enseñanza y que se precintarían las urnas. No habrá referendo catalán, de ninguna de las maneras, es lo que se apunta ahora por parte del Gobierno. Pero eso sí, con moderación se matiza, y siempre dependiendo, un paso atrás, de las decisiones de la Generalitat y los partidos soberanistas. Habrá que ver ahora si los catalanes se arrugan o son capaces de continuar su huida hacia adelante, como han hecho siempre hasta ahora. Y llegado el caso habría que ver igualmente si Rajoy se atreve a pasar a la acción o continua defendiendo el diálogo y la justicia de los tribunales.