Mal, pero que muy mal, ha comenzado el año desde el punto de vista económico por mucho que la EPA nos haya contado que hay casi medio millón de empleos más. Lo que no se dice, claro, es que el 90% de ellos son temporales. Porque resulta que la inflación de enero, que hace un año era por estas fechas del 0,3 por ciento, es ahora del 3 por ciento, pues el IPC se ha visto sobrecargado mucho por el aumento de los precios de la luz y de los carburantes. Sobre todo, habría que señalar, porque no solo eso, y fácil es darse cuenta de que todo ha subido en este primer mes de 2017.

Lo que no han subido son los salarios y las pensiones. Los sueldos no se incrementarán por encima del 1 por ciento en casi ningún caso, pese a la presión sindical, y las pensiones han registrado el ya viejo y ridículo alza del 0,25 por ciento, una burla como es calificado el aumento por las asociaciones de pensionistas. Su capacidad adquisitiva, al igual que los de los trabajadores en general, sigue a la baja año tras año, empobreciendo a la sociedad, lastrada además por una enorme carga fiscal, una de las mayores de Europa. Casi que quienes tienen empleo se conforman ya solo con eso, con tenerlo, con mantenerlo, que ahí están los quebrados bancos y cajas, salvados con el dinero de todos, ganando millones y anunciando nuevas recortes de personal. Y lo mismo los jubilados, muchos de los cuales sufrieron la estrechez de la posguerra, tuvieron que emigrar a Europa para subsistir, y se han pasado la vida cotizando. Casi se conforman ya con seguir cobrando sus percepciones, con que no se acabe la hucha y venga el tío Paco con la rebaja o deje de haber dinero para ellos. Porque, además, si el indice de precios al consumo sube un 3 por ciento, supone casi el doble para los mayores, condicionados a gastos especiales por su modo de vida. Pero, tranquilos todos, que el ministro de la cosa económica ya ha dicho que el Gobierno tomará medidas para frenar la inflación. Que Dios nos coja confesados.

Aunque, en realidad, no se debería dudar dude la capacidad de Rajoy y los suyos, y menos cuando el PP ha sido el más votado en las dos últimas elecciones generales. Ahí está el Congreso, por ejemplo, que acaba de anunciar que los diputados en vez de cobrar dietas por sus viajes cobrarán por gastos justificados. Quizá es que a alguien se le haya caído la cara de vergüenza al saber que en 2016, con apenas cinco meses de trabajo entre dos legislaturas, los ocupantes de los escaños se han gastado casi 5 millones de euros, que se dice bien, en viajes, unos particulares y otros oficiales. ¿ A qué, a donde? ¿A dar la lata con Venezuela? No se sabe, porque los gastos se suman y se ofrece el total, no uno a uno, pese a la supuesta transparencia y pese a que se habló en su momento, a través de diversos escándalos conocidos, de que así iba a ser. Incluso se gastó más el año pasado que el anterior. Y es que los despilfarros con el dinero de todos no solo no se frenan sino que parece que se incrementan a juzgar por las cifras que se manejan. Europa llama al orden al Gobierno, le exige rebajar la deuda pública y poner límites al abuso de la clase política, pero los partidos miran hacia otro lado.Y a los demás, que les den...