En otras cuestiones no existe la doble imposición, porque no se suele pagar dos veces por el mismo concepto, por algo por lo que ya se ha cotizado antes, pero en el recibo de la electricidad no parece que sea así, dado que, aunque el recibo incluya los impuestos de electricidad (5,1%) y municipal (1,5%), no es óbice para que sobre estos impuestos se nos cuele también otro: el impuesto de los impuestos, o el "cojoimpuesto" en forma de IVA que, como sabemos, es del 21%. Es decir que pagamos un 21% sobre el 6,6 % (5,1+1,1%) que ya hemos pagado en los otros dos impuestos, o lo que es lo mismo, un 1,4% del total del total de la factura de electricidad que nos pasan todos los meses resulta que lo abonamos dos veces por arte y milagro de los impuestos dobles.

Así que, además de cargar con las subvenciones a energías renovables, los costos acumulados por déficit de tarifa, y los sueldos de los políticos que practican el deporte de las puertas giratorias, nos endiñan impuestos concatenados o cojoimpuestos.

De impuesto a impuesto y tiro porque me toca, parecen decir desde los altos cargos de Industria y Hacienda. Y nosotros tiramos los dados del cubilete conformándonos con no caer en "la posada" o en "la muerte", como si del juego de la Oca se tratara.

Claro que esa, al menos, aparente contradicción, la de pagar dos veces impuestos por un mismo motivo, no es la más aparente de las que venimos sufriendo. No hay más que fijarse en el IBI (Impuesto de bienes inmuebles) que ha venido subiendo en la misma medida que bajaba el precio de las viviendas sujetas a dicho impuesto. Nada más contradictorio podría encontrarse en la justificación de tal impuesto, y ahí lo tienen ustedes formando parte del equipo del sacamantecas y escrito a sangre y fuego en el Catastro, hermosa palabra que debería ser objeto de loas, elogios y alabanzas, no solo por venir de la época de los griegos, sino por esa sonoridad armónica que no tiene parangón.

Más del 40% de nuestros ingresos van dedicados a pagar impuestos directos e indirectos, cinco puntos por encima de la media de los países de la CODEE; entre IVA y IRPF se llevan el 84% del total, más o menos a partes iguales. Pero el agravio comparativo respecto a otros países europeos, como por ejemplo Dinamarca o Luxemburgo, no reside especialmente en el porcentaje que se nos arrima, sino en la base sobre la que se calcula, ya que el salario de ambos países llega a duplicar el nuestro. Además, esos dos países, y también otros como Francia, Reino Unido e Irlanda duplican nuestro salario mínimo interprofesional.

Claro que si nos retrotraemos a Castilla y León rebajaremos aún más nuestro decaído estado de ánimo, ya que el salario medio se encuentra un 11% por debajo del nacional. Y si queremos caer en una depresión aún más profunda veremos como el de Zamora está otro 11% por debajo del de Castilla y León.

Pero la clase política no parece muy animada a hablar de estas cosas, porque ellos se rigen por otros parámetros que nada tienen que ver con el pan nuestro de cada día, ni con el juego de la oca. Ellos hacen las cuentas macroeconómicas utilizando la estadística a su antojo, omitiendo datos o subrayando otros que nada dicen a sus conciudadanos, pero que quedan bien en tertulias, o en entrevistas pactadas, en las que se limitan a soltar unos pocos datos que les han preparado en las cocinas de sus partidos.