La revista "Mundo Negro" ha concedido el Premio a la Fraternidad 2016 a Dieudonné Nzapalainga, cardenal-arzobispo de Bangui, capital de la República Centroafricana, y a Kobine Layama, imán de la mezquita central de la misma ciudad. Se les ha otorgado este premio por su trabajo de diálogo y promoción de la paz en este país africano que padece una grave inestabilidad desde que en marzo de 2013 tomaron el poder las milicias de la "Seleka" (Alianza, en lengua sango). Se les entregará el premio en Madrid el próximo 4 de febrero durante la celebración del XXIX encuentro de Antropología y Misión, que este año lleva por tema "Encuentro Interreligioso por la paz". Asistirán al acto Carlos Osoro, cardenal-arzobispo de Madrid, y Riay Tatary, presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España.

Es incuestionable la oportunidad del tema de este encuentro y el acierto de otorgar el premio a estas dos personalidades religiosas centroafricanas que llevan a cabo una difícil labor de reconciliación en un país cuarteado por las luchas políticas, camufladas con pretextos religiosos, a pesar de la presencia de cascos azules de la ONU para frenar la violencia.

El movimiento "Seleka" es un conglomerado de varias facciones disidentes de distintos partidos. Aunque ya no controla el poder, todavía sigue activo y ha sido considerado islamista. Es un hecho que han cometido matanzas de cristianos y que como reacción surgió el llamado movimiento "Anti-Balaka" (Anti-Machetes), considerada una milicia cristiana que ha desatado una persecución contra los musulmanes.

La República Centroafricana tiene unos cinco millones de habitantes, el 90 por ciento son cristianos (en su mayoría no católicos) y el 8,5 por ciento musulmanes. Pero ni los "Seleka" pueden considerarse islamistas, ni los "Anti-Balaka" cristianos, porque ambas facciones cuentan en sus filas con antiguos militares y personas que actúan violentamente motivadas más por motivos políticos que religiosos.

Así lo ha explicado monseñor Juan José Aguirre, obispo español de la diócesis centroafricana de Bangassou: "No podemos decir que los Anti-balaka son un grupo cristiano. El movimiento está formado por gente muy variada y terriblemente exaltada, entre ellos bandidos, expresos, delincuentes, criminales? que se han integrado en este grupo y se están extendiendo como una plaga de langostas por toda la República Centroafricana matando musulmanes. Se trata de un grupo de personas de autodefensa que fueron machacados, robados e incluso víctimas de asesinatos por parte los "Seleka".

Lo cierto es que en la República Centroafricana existe un conflicto social, como consecuencia de la anarquía política y de la depauperación de la población, a pesar de que en febrero del año pasado fue elegido presidente Faustin-Archange Touadéra. El nuevo dirigente centroafricano fue rector de la Universidad de Bangui y primer ministro del gobierno de François Bozizé desde 2008 hasta 2013. Como sucede en otros países africanos, el gobierno no controla los desmanes de distintos grupos armados que han hecho del pillaje una forma de vida para huir también del hambre y de la miseria.

El problema de fondo de lo que sucede en la República Centroafricana es la inestabilidad política, agudizada desde el derrocamiento de Jean-Bedel Bokassa en 1979, que se había hecho con el poder mediante un golpe de Estado en 1966, apoyado por Francia. Diez años después este grotesco personaje, que se convirtió al Islam para recibir ayuda de la Libia de Gadafi y después volvió al catolicismo, se proclamó emperador el 4 de diciembre de 1976. Bokassa fue derrocado, también con la ayuda de Francia, tres años después, acusado de canibalismo por Francia. Tras las bambalinas de esta opereta bufa estaban los abundantes diamantes del país, que salpicaron al entonces presidente francés Valéry Giscard d'Estaing, acusado de recibir estas apetecibles piedras preciosas del emperador Bokassa.

Tanto el cardenal Dieudonné Nzapalainga como el imán Kobine Layama saben que los problemas en su país no tienen una base religiosa, pero que hay gente interesada en servirse de los sentimientos religiosos para exacerbar los ánimos y, como consecuencia, deteriorar una convivencia pacífica. Son también conscientes de que la República Centroafricana ha sido saqueada por los distintos gobernantes con la connivencia de Francia, la antigua metrópoli que nunca ha dejado de manejar a su antojo y para su beneficio los resortes del poder económico. De ahí, la dificultad de conseguir la convivencia pacífica en un país rico pero empobrecido.