El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía ha pronunciado una sentencia que invita a seguir por un camino recto. En contra de todas las instancias superiores, comenzando por Jus-ticia de Granada, de la que apeló, ha negado el permiso de residencia a un ciudadano marroquí acusado de violencia de género, estimando una apelación de la Administración.

Esta sentencia, emitida por la Justicia de Andalucía, es magistral, porque ataca convenientemente un delito que, especialmente este año, dice mal de modo especial a la igualdad de género: ese abuso de la fuerza bruta en las relaciones matrimoniales no es aceptable en modo alguno; y debe condenarse sin paliativos; y, además -en contra de lo que viene realizandose en España- se aplica el castigo definitivo. Es definitivo en relación con cualquier hombre, sea español o extranjero; pero es el castigo que sería justo para cualquier extranjero que cometa delito en España: Tenemos en nuestro país sobrado número de delincuentes, sin necesidad de que vengan extranjeros a engrosar esa lacra nacional. El que quiera cometer delitos que vaya a su país y cebe allí su ansia de conducta inconveniente; que no ocurra lo que viene ocurriendo que, así como hay forasteros que vienen a buscar el trabajo que no encuentran en su patria, también hay extranjeros que ya vienen a España con la finalidad delictiva premeditada. Y, tanto en este caso como en el del forastero que "coge aquí la mala costumbre", la solución que deben adoptar nuestras autoridades debe ser la misma: que vayan a su país a desarrollar el afán de malicia en el obrar. Sin dilación alguna; si es necesario negociar con el país en cuestión que la sentencia emitida en España se respete en el país de turno, que aquellas autoridades estén a lo que han decidido las nuestras. No creo que se deba esperar a la expulsión porque se trate de un extranjero, "sin papeles" o con ellos.

La Justicia de Andalucía ha señalado el comienzo de "andar por buen camino". Este "buen camino" quiere decir que, en los casos de violencia de género, hay que desterrar la mala solución de "decretar un alejamiento", dejando al delincuente en completa libertad de movimientos. El "alejamiento" debe ser fidedigno: No puede consistir en unos metros de distancia, pero una distancia que puede recorrerse con facilidad. Para recorrer la distancia de un "alejamiento" punitivo debe ser necesario tomar un medio de transporte bastante costoso, en dinero y en molestia; no es suficiente con tomar el metro de la misma ciudad o hacer "a pie" el recorrido, como viene ocurriendo en España en la mayor parte de los casos. No digamos cuando ni siquiera se procura que los cónyuges residan en domicilios distintos y separados. Se han dado casos de reincidentes que "vivían en un mismo edificio" y, naturalmente, el delincuente no necesitaba desplazarse para encontrarse con su víctima. En casos así, no es infrecuente que se produzcan las discusiones que motivaron la situación desencadenante y, en estos casos, el hombre no encuentre los pasados inconvenientes para llegar al culmen del delito.

El buen camino resultará complicado. No es fácil inventar los medios para que una sen-tencia de separación surta efectos sin posibilidad de ser alterada. Pero todos los interesados en estos asuntos deben ponerse de acuerdo y reunirse, si es preciso, en un lugar conveniente y cómodo para todos. Allí, exponiendo cada uno la solución que crea más oportuna, hallarán el medio infalible, que podrá aplicarse a todos los casos dondequiera que se den. Si eso se consigue, se habrá logrado la "meta" en el camino que debe emprenderse en todos los casos. Es difícil que lo halle una sola persona y, aunque lo encuentre, actuando por separado en la búsqueda del camino válido, es difícil que sea adoptado por todos los que se vean obligados a considerar un caso particular. Pero si la reunión es de todos o la mayor parte de los implicados, reales o posibles, será totalmente fácil después que cada cual recurra al programa hallado, ya que le habrá sido muy rentable adoptar la solución que le han dado tantas personas interesadas que, o se han encontrado en un caso similar, o han estudiado casos con las mismas o semejantes circunstancias. Lo que no parece aceptable es que dados los casos, cada tribunal adopte seguir un camino y todos un camino erróneo. El "alejamiento" que ahora se decreta no es un buen camino: adoptemos todos los de nuestros conciudadanos con soluciones resultantes; y dejemos a los implicados de otros países con los delitos que sus nacionales cometan aquí o allí.