La mano de Fátima, en concreto de Fátima Bañez García, ministra de Empleo y Seguridad Social del Gobierno de Rajoy, vuelve a firmar, un año más por estas fechas, casi ya una tradición, la misiva dirigida a los pensionistas españoles comunicándoles la, según ella, muy feliz nueva: sus percepciones se mantienen, como en toda la era de Gobierno del PP, con una subida del 0,25 por ciento, lo que viene a suponer un incremento de entre 1 y 7 euros, con lo que creen que ya han cumplido y felicitan por ello a los beneficiados.

Por lo demás, el escrito aparece redactado con el mismo estilo untuoso de siempre, cargado de falso optimismo, de razonamientos dislocados, de propaganda gubernamental y de llamadas a la solidaridad y a la responsabilidad para asegurar las pensiones de hoy y de mañana. Sí, bien, pero da la casualidad que esa responsabilidad en quien recae principalmente es en quienes gobiernan, en las políticas que desarrollan y en las gestiones que llevan a cabo. Ni una autocrítica, ni siquiera aceptando la dureza de una realidad que señala, sin que nadie lo desmienta, que el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, que era de 65.000 millones hace solo cuatro años se agota ya en el presente 2.017 por lo que hay que buscar ahora de prisa y corriendo nuevas fórmulas para sostener el sistema.

Lo dijeron en Zamora hace poco las asociaciones de jubilados: que ese 0,25 por ciento era una burla y que sería más digno que no se aumentase nada, que se congelase, que es lo que en verdad supone, porque ya en esta ocasión ni siquiera le vale al Gobierno eso de que al no subir el índice de precios al consumo, y aun bajar alguna vez, ello venía a suponer que la capacidad adquisitiva superaba de hecho ese nominal y ridículo 0,25 por ciento. Pero es que a finales de 2016 el IPC había roto la tendencia anterior y había subido hasta un 1,5 lo que representa una significativas pérdida del poder económico de los pensionistas. Y todavía mas, porque aunque ni la ministra ni nadie haga nunca mención de que existe un indice de precios al consumo de los mayores, dadas sus particulares necesidades impuestas por la edad, lo cierto es que en muchos casos el coste de alimentación y servicios es notablemente superior.

Pero no queda otra cosa que hacer. Según la mano de Fátima, que es como se sabe un talismán de la buena suerte, ahora muy de moda, gracias a la solidaria salvaguardia de los pensionistas está el Gobierno esforzándose para ampliar servicios y prestaciones. A la vista está, con nuevos recortes en las materias básicas, como educación y sanidad, con los hospitales saturados en cuanto llega la epidemia de gripe de enero. Porque a ellos, a los políticos, a los que gobiernan y a los que dicen que se oponen, nunca se les ocurre lo que se les ocurre a todos: reducir gastos, cortar el despilfarro inmenso del estado de las autonomías que acabará comiéndose el estado del bienestar. No al Senado, no a las diputaciones, no a las legiones de asesores y enchufados de los partidos, no a las organismos duplicados de cada gobiernillo regional. Y entonces, las pensiones podrían subir más hoy y mañana y quedar garantizadas.