Resulta chocante que en la sociedad de la posverdad, cuando todo tiene una patina de ficticio y de mentira, se le dé tanta importancia al tiempo, o sea al sol, la niebla, el frío o la lluvia que nos envuelve o nos va a envolver, que aquí las predicciones son muy importantes. La imagen de los dos desconocidos hablando del tiempo en el ascensor porque no tenían nada de que hablar ya no es valida. Ahora se habla en el ascensor, en el metro, en la escalera y en la oficina. Los medios de comunicación se han llenado de "entendidos" en meteorología, predictores de lo que va a hacer al día siguiente, en toda la semana y hasta en una estación entera, que ya son ganas de tirarse a la piscina.

Programas de televisión destinados a desvelar lo que va a hacer mañana tienen más audiencia que los informativos genéricos. Hablan de todo y se han convertido en un almanaque fotográfico o audivisual de estampas. A las emisoras de radio puedes llamar para que te digan si va a llover o hacer sol el sábado que se casa tu hijo. Telediarios de postín abren con la ola de frío -polar o siberiano, que de todo hay- que azota España, Europa o Moldavia, que imágenes hay de todo y para todos los gustos, que para eso vamos cargados todos con una cámara las 24 horas del día en forma de teléfono móvil.

Resulta chocante, insisto, que en la época en la que el ser humano mejor se defiende de las inclemencias del tiempo, cuando el planeta vive un "estado de tranquilidad" que seguramente nunca había vivido, pues eso que nos preocupe tanto lo que ocurre a nuestro alrededor.

Será, quizás, que nos atrae todo aquello que aún no controlamos del todo. O que nos hemos dado cuenta que nuestras vidas son tan simples que necesitamos fijarnos en los alrededores (eso no lo creo, no somos tan observadores). O porque nos gusta el catastrofismo y vender olas de todo tipo, temporales a los que enumeramos, huracanes a los que ponemos nombres... puro catastrofismo desbocado. No se han dado cuenta de que cuando salen en televisión paisanos y paisanas tras una tormenta, precipitaciones de pedrisco o manifestaciones arriscadas del cielo, todos dicen: "Nunca, jamás, habíamos visto semejante cosa, ha sido terrible...". Pues eso, que nos parece que el tiempo que nosotros vivimos es el más importante del mundo mundial.

Pues no, las cosas suelen ser mucho más normales de lo que nos parecen. En invierno, por estas latitudes, lo que hace es frío, pues claro. Y, a veces, llueve -menos de los deseado por algunos y más de lo que otros muchos quieren- y hasta nieva y hace frío, pues claro. O sea que el tiempo bueno en invierno es cuando hace frío, cuando hiela. Y en verano, pues al revés. Va a ser verdad lo de que vivimos en la era de la posverdad, la de la sociedad líquida, blandita, y la de los arrugados y arrugadas. Qué le vamos a hacer.

Antonio Sánchez Puga