Según parece, el mes de enero ya no es lo que era. Resulta que un conocido representante del comercio de Zamora, en una entrevista que escuchaba hace unos días en un medio local, se quejaba de un hecho que, al menos a mí, me sorprendió: las rebajas y las promociones existen a lo largo de todo el año y cuando llega el mes de enero los potenciales consumidores ya no compran tanto como antes. El susodicho portavoz reclamaba una regulación de las rebajas para volver a los viejos tiempos, con el fin de que enero fuera lo que siempre fue: un momento muy especial, único en el calendario, para adquirir los mejores productos a los mejores precios. Aunque no se lo escuché, imagino que idéntico proceder sería deseable también para las rebajas de verano. Pues bien, creo que la propuesta representa la visión tradicional de un comercio anclado en viejas estructuras de negocio, con un reclamo añadido de más y más regulaciones a los órganos competentes. Lo cual, en las sociedades cada vez más abiertas y competitivas en las que nos encontramos, chirría un poco.

El comercio ha cambiado tanto que los métodos de venta ya no son como antaño. Sirva como ejemplo el reportaje sobre los ambulantes en el medio rural que Irene Gómez publicó el viernes en este periódico. Tomando como referencia dos historias de vida de la zona sayaguesa, pudimos comprobar que los ambulantes que aún siguen recorriendo la provincia han notado en carne propia no solo los efectos de la crisis económica más reciente sino sobre todo las consecuencias de los cambios de la estructura demográfica, económica y social de Zamora, muy afectada también por los cambios en los patrones de movilidad de los ciudadanos. Porque hoy en prácticamente todos los hogares hay un coche, lo que permite desplazarse rápidamente a la capital o a los núcleos de población intermedios (cabeceras de comarcas, por ejemplo) para abastecerse de los productos básicos. No obstante, los ambulantes y el pequeño comercio siguen cumpliendo una función social clave, sobre todo en aquellos lugares donde las personas, principalmente mayores, tienen dificultades de movilidad.

Nos encontramos, por tanto, ante nuevas y viejas situaciones en una provincia aquejada por lo que, una vez más, Cáritas, a través de su conocida Fundación Foessa, nos ha dicho esta semana: la lejanía de servicios públicos agrava la pobreza en el ámbito rural de Zamora. Pues bien, si se fijan con atención, es lo mismo que viene pregonando la Plataforma en Defensa de la Sanidad Pública por las distintas comarcas de la provincia. Hace unos días lo vimos en Puebla de Sanabria, donde los recursos sanitarios, principalmente en cuanto a médicos y personal de enfermería, se han visto muy diezmados en los últimos años, situación que ha sido desmentida por los responsables de la Junta de Castilla y León. Los ciudadanos, sin embargo, que van y vienen al médico, sufren en carne propia los efectos del progresivo desmantelamiento de los recursos humanos en uno de los pilares fundamentales del estado de bienestar: la sanidad. No debe extrañar, por tanto, que la pobreza, como dice Cáritas, se herede. Aunque ya lo sabíamos, lo lamentable es que siga sucediendo.