Porque ya ha anochecido y no llegan los bárbaros. Y desde las fronteras han venido algunos diciéndonos que no existen más bárbaros -se lamentaba Cavafis-. Y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros?"

En su inagotable parodia de la farsa y el esperpento, Donald Trump no decepciona. A nueve días de sentarse en el despacho oval, se ha despachado a gusto ante la prensa desde su torre de Nueva York. Ha denigrado a los servicios de inteligencia de su país de fabricar un "falso" dosier ruso sobre su persona y de no impedir los ciberoataques. Contra lo que hasta ahora afirmaba, ha reconocido que fue Rusia quien estuvo detrás del hackeo de las elecciones presidenciales. Todo el mundo puede atacar a EEUU, "ya sea Rusia, China o cualquiera", dijo, para a continuación prometer un plan contra el hackeo en tres meses. Para no defraudar tanto a incondicionales como a detractores, ha insistido en que fue la Administración Obama la que creo el EI, y que levantará un muro en la frontera de México para impedir el tráfico ilegal de personas, con cargo a las cuentas del vecino Estado, cuyo presidente se ha indignado.

Donald Trump quiere llevar la voz del pueblo al poder. En un mundo que ha dejado de creer en los gobernantes, él se proclama nuevo líder popular que hablará sin tapujos, y como el más osado de los internautas da cumplida respuesta a problemas complejos en menos de 140 caracteres. La política de seguridad, las relaciones internacionales, los problemas de la globalización, el intercambio comercial, las migraciones forzosas... Todo lo resuelve Trump de un brochazo, enviando sus cáusticos mensajes a millones de seguidores a golpe de tuit. "En un mundo con abundancia de información siempre hay escasez de atención, y él tiene la capacidad de generar cuatro o cinco historias al día", argumenta el estratega republicano, Kevin Madden, para explicar su éxito.

En el tiempo de la posverdad, Trump medra en las redes sociales ignorando a la prensa tradicional, exaltando el individualismo y despreciando los valores democráticos de la solidaridad y la equidad. "Sabe exactamente a dónde quiere llegar en un tema particular y entiende el valor estratégico de ciertas acciones para lograr su objetivo", ha dicho Sean Spicer, el que será su jefe de comunicaciones y prensa en la Casa Blanca. Usa las redes sociales para difundir su mensaje de repudio contra el sistema y los viejos gobernantes, los mismos que han defraudado a las mayorías por su ineficacia en la lucha contra la precariedad y la desigualdad. Pero las redes sociales no son sólo denuncia y desahogo. También "son una trampa", advertía el lúcido filósofo recientemente fallecido, Zygmunt Bauman. "La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales". Porque desde la placidez de su sofá el individuo se refugia en la comunidad que crea a su antojo y sólo escucha el eco de su propia voz. No es necesario el compromiso ni el diálogo, ni la razón ni la comprensión para obtener recompensa, para lograr "zonas de confort".

En el descrédito de la política y la pérdida de certezas, en el radical individualismo y la negación del compromiso social, en el aprovechamiento de las redes sociales donde la verdad no se contrasta y se expande la mentira, la calumnia y la injuria como plaga sin freno, encuentra Trump el fundamento para su éxito. "Las cosas como siempre se han acabado", ha sentenciado Spicer, y sin duda no le falta razón.

Ahora sabemos que los bárbaros ya han llegado. Están entre nosotros. En algunos países han tomado el poder y se disponen a resolver nuestros problemas con diligencia y sin embozo. Saben que estamos aislados y que nuestro individualismo facilitará su tarea. Que ya no hay certezas y la desconfianza hacia todo y todos es absoluta. Que la mentira y la confusión ganan adeptos en un mundo en crisis y sin paradigmas. Y que los viejos cuentos de la igualdad, la solidaridad y la fraternidad ya a nadie engañan.