Con el año nuevo entran nuevas ganas de casi todo incluido bajar peso. También la mente se dispone para aguardar algo mejor, algo distinto y renovado. Se adelantaba a todos el ángel de Belén: paz a los hombres de buena voluntad. Pero cuesta tener paz cuando a tu alrededor no ves más que encono y guerra; y si quieres tapar los ojos al horror del mundo ya no es posible a no ser que te vayas a un rincón del Himalaya sin cobertura, lo cual tampoco va a durar mucho. Contra este pesimismo se alza, en año nuevo, otro ángel con rostro de mujer, aunque ya los pintan así desde antiguo; me refiero a Paula Farias, responsable de rescates de Médicos sin Fronteras, que no duda en afirmar que, a pesar de los dramas y dificultades, la fe mueve montañas. Sabemos a lo que se refiere: gente como ella, su organización y otras similares son capaces de mover recursos y conciencias hacia la solidaridad en unos momentos en que la "aldea global" ha crecido tanto que ni es aldea, ni global en términos de cooperación y ayuda recíproca como ocurría en el origen de las pequeñas poblaciones rurales. Pero no nos pongamos pesimistas aunque los noticiarios nos lleven a ello. También hay quien, como el filósofo francés Michel Serres considera que en términos globales y con perspectiva histórica, la humanidad ha ido avanzando, mal que nos pese a los pesimistas. Se trata de ver con amplitud el acontecer del mundo a lo largo de los siglos y según sus cálculos, a día de hoy, el saldo es positivo. A un servidor le cuesta subir a ese tren de la alegría aunque me pague el filósofo el billete. Me reprochará que el árbol de mi momento histórico me impide ver el bosque, y tendrá en parte razón pero es que justo el árbol que me oculta la visión más amplia está mustio o chamuscado y cuesta imaginarse detrás verdores que coloreen mi pensamiento cenizo. Lo que empiezo a tener claro, después de escuchar a Paula, es que a la mujer le toca mover las montañas de la historia que tristemente siguen ganando altura acumulando escombro de muertos orgánicos e inorgánicos. No voy a entrar en el estéril debate de la lucha de géneros pero apuesto que menos barbaries, guerras y genocidios hubieran sucedido si hubieran estado mujeres y madres mandando. Los incas tenían su Pachamama, madre tierra, los griegos la llamaban Gaia.

Ya sé que no sólo es cuestión de cambiar nombres ni gobierno en clave masculina o femenina pero unos por otras y viceversa le debemos dar que pensar a la madre tierra que no la merecemos. Después de todo somos hermanos y no lo parece.