La señora Carmena, alcaldesa de Madrid, se ha quejado de la "desidia enorme" de los madrileños a la hora de mantener limpia la ciudad. El señor Guarido, alcalde de Zamora, bien podría quejarse de la "enorme desidia" de los zamoranos a la hora de mantener limpia la ciudad. Hay ciudadanos responsables y ciudadanos que parecen tener el síndrome de Diógenes. Me imagino que habrá de todo como en la viña del Señor, pero lo cierto es que proliferan los que pasan de la papelera y arrojan al pavimento lo que en esos momentos tengan en la mano.

Para ser buenos ciudadanos hay que empezar desde abajo, en la escuela, en el colegio, educando a los niños, enseñándoles que la calle es de todos y por lo tanto hay que respetar a los demás manteniéndola limpia y no que a los pobres barrenderos se les acumula el trabajo extra a causa de la marranería o dicho más finamente, de la desidia de tantos y tantos ciudadanos. Me decía hace unos días una señora a la vista de una mamá que tras darle de merendar al niño arrojó al suelo los papeles del sándwich y las cáscaras de la mandarina, "¿cómo tendrá la chotera?". Evidentemente se refería a su hogar. Tengo para mí que el comportamiento en el hogar es diferente al de la calle.

La mamá en cuestión tenía una papelera a mano, dos pasos más allá del banco que ocupaba. Debía antojársele demasiado lejos, porque no lo dudó un instante, hizo una bola con todo y, ¡hala! Al suelo. El niño hará mañana lo que ve hacer a su mamá hoy. Y así tenemos las calles, hechas un estercolero. Los servicios de limpieza no dan abasto. Somos poco cuidadosos y atentamos de esa forma contra nuestra propia salud.

Dice Manuela Carmena que en su trayecto a pie hacia el Ayuntamiento (una forma estupenda de hacer publicidad de su austeridad), recoge hasta cinco o seis latas que la gente tira. Los de allí, señora mía, son como los de aquí. Por estos lares también se arrojan latas y lo que no son latas. Encima, cuando quien sea, desgraciadamente se ve obligado a buscar y rebuscar en los contenedores, lo que saca no lo vuelve a introducir y por lo tanto se multiplica la suciedad. Debería haber contenedores que impidieran acciones de ese tipo. Nuestras calles lo agradecerían.

Lo que resulta incomprensible es que conociendo la labor que desarrollan las ONG todavía se siga rebuscando en los contenedores, auténticos focos de infecciones. Si Carmena dice que no se puede tolerar lo que ve, eso es aplicable a otras ciudades como la nuestra que tienen el mismo o parecido problema. Nunca como hasta ahora los madrileños se habían quejado de la suciedad que registran las calles de la capital de España (con permiso de algún badulaque), también es verdad que hay mucha más desidia ciudadana. Y eso salta a la vista.

La actitud cívica es fundamental. Y si no existe habrá que promoverla de alguna manera que no tiene porqué ser penal, pero sí disciplinaria. Al que no sabe hay que enseñarle y al que se muestra pasota hay que indicarle el camino a seguir corrigiendo su actitud según corresponda. La desidia ciudadana es un mal síntoma. Y si en Madrid, según su alcaldesa, es una "desidia enorme", en Zamora, que nos cae más a mano es una "enorme desidia".