Bien comienza el año para algunos, dentro de lo que cabe y aunque quede lejos de aquí, en la nórdica Finlandia, que va a ser el primer país europeo y casi del resto del mundo que adopte el discutido sistema o utopía de la renta básica. Aunque es solo un programa piloto, un mero experimento, a ver qué tal sale, con la perspectiva de que si sale bien en cuatro o cinco años puede extenderse al resto de la población. Porque de momento el dinero caído del cielo por el hecho de existir solo llegará a 2.000 ciudadanos de aquellos fríos parajes, que percibirán durante 24 meses un plus de 560 euros, sea cual sea su situación laboral actual y futura.

Se aprestan así los finlandeses a buscar soluciones para un mañana que no tardará mucho en llegar al ritmo que va y que traerá aparejada como consecuencia más funesta e inmediata la desaparición casi total de la seguridad como poseedor de un puesto fijo de trabajo. La informatización y la automatización son unos enemigos contra los que la sociedad, según está estructurada ahora al menos, no podrá luchar. Habrá que aceptarlo y por ello se buscan ya remedios en un país próspero, que cuenta con un Gobierno conservador y que ofrece datos económicos que ya quisieran muchos otros, con casi el doble de renta "per cápita" que España, por ejemplo, y sin apenas deuda pública. Eso sí, allí no existe el salario mínimo, desconocido prácticamente en aquellas latitudes, por lo que se cuenta con que la renta básica sustituya al subsidio de desempleo y a otras formas de subvenciones y ayudas oficiales.

No es el único sitio en el que 2017 servirá de banco de prueba a una filosofía que empieza a cobrar fuerza después de ser propugnado durante muchos años, sin llegarse a nada concreto dadas las innumerables dificultades, sobre todo, de orden económico como es fácil figurarse, que el sistema lleva consigo. Incluso en un referéndum, no hace mucho tiempo, celebrado en Suiza para ver que opinaban los ciudadanos sobre tal asunto, ganó por diferencia el no. Con las consultas populares, lo mismo que con los populismos, no se sabe bien lo que puede pasar. Ahí está Italia, que votó sobre cerrar su Senado, a lo que la gente se opuso. El caso es que en la holandesa Utrecht y en Oakland, en California, el año estrenó una similar formula, aunque con menos beneficiarios, un millar, y con menos dinero: unos 500 euros.

El "quid" de la cuestión radica en encontrar esa financiación que dispararía los presupuestos de cualquier nación. La rápida solución, que a todos se les ocurre, es la misma: subir los impuestos, sobre todo a los ricos, a los que más tienen y ganan. Pero parece que ni aún así. Aquí tenemos a Podemos que en sus comienzos pregonó la quimera del salario para todos, una vez cumplida la mayoría de edad, pero hubo de no insistir y desde luego no incluirlo como promesa electoral porque los números eran tan imposibles de sostener que más que otra cosa resaltaban la utopía, por lo que al final cambiaron el tercio dirigiendo tal renta a aquellos que más lo necesitasen, pero sin aclararlo demasiado tampoco. Tal vez los nórdicos, tan diferentes, triunfen en su empeño y entonces solo sería copiar y pegar.