A primeros de enero, uno siempre cree que las cosas pueden mejorar, aunque solo sea un poquirrinín. Ve a la gente tan sincera con eso de "Feliz año" que se toma en serio los buenos propósitos de todos, empezando por el propio. Luego, como decía Emilio, el de mi pueblo, vienen las mermas, y las buenas intenciones se quedan eso, en intenciones. Y ya reza el dicho que de buenas intenciones está el infierno empedrado. Este desencanto suele durar, en su primera fase, del 2 al 5 de enero, más o menos.

Cuando, tras la euforia de Nochevieja, empieza a reinar un escepticismo pesimista, surge otra vez la esperanza en forma de Melchor, Gaspar y Baltasar. Cargamos las pilas y volvemos a ilusionarnos. Esta vez sí, esta vez dejaremos de fumar, iremos al gimnasio y ayudaremos a hacer posible un mundo más justo, solidario y con menos miserias y desigualdades. Ya está.

Pero, claro, nosotros solos no podemos. Así que miramos alrededor a ver si alguien más se anima y, sobre todo, a ver si se pone coto a tantas injusticias por la vía legal. Y ahí sí que llegan las decepciones, las sorpresas desagradables. En estos últimos días yo me he encontrado con tres de esas que hacen tambalear tus esquemas. La más reciente es la que está relacionada con don Federico Trillo, el gran patriota católico, apostólico y romano. Ni su cacareado amor a España, ni su acendrado cristianismo le inducen a pedir perdón y a reconocer su culpabilidad en la muerte de 62 militares en el desgraciado accidente del Yak-42- Y eso que el dictamen del Consejo de Estado, conocido ahora por una información periodística pese a que se emitió en octubre, es claro y tajante cuando responsabiliza al Ministerio de Defensa, que entonces dirigía el héroe de Perejil, de la catástrofe. Para Trillo, el cofrade cartagenero, no importan ni esta dura conclusión ni sus contundentes términos. Sigue insistiendo en su negativa a pedir perdón y a reconocer sus errores y continúa, con sus insinuaciones y sus desprecios, insultando a las víctimas y a los familiares que reclaman justicia 13 años después de la tragedia. El autor del famoso "Manda huevos" incluso se permite el lujo de decir que las urnas ya lo han exculpado al haberlo elegido varias veces diputado por Alicante. Eso: "Manda huevos".

Por tanto, ¿de qué vale un dictamen de organismo tan alto si aquí los aludidos no se dan por aludidos? Que se lo pregunten a Rajoy, que, tres meses después de su emisión, aún desconocía el dictamen (o eso dijo) y que afirmó tan campante que lo del Yak había pasado hace muchísimos años. Y que ahora filtra que Trillo será relevado de su puesto de embajador en Londres en una remodelación "normal" y ya prevista en Exteriores. Son tantas, y tan gordas, las mentiras acumuladas en este caso, y en otros, que una más ya casi da igual. Vergonzoso.

La segunda decepción, o cabreo, o desmoralización o como queramos llamarla viene de la mano de la famosa sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que obliga a los bancos españoles a devolver todas las cláusulas suelo a aquellos clientes perjudicados. El asunto data de 2009. La postura bancaria ha impedido que los hipotecados se beneficien de toda la caída de los tipos de interés. Si suben los tipos, usted apoquina más; si bajan, solo hasta cierto sitio. Una broma de 4.200 millones de euros. La Justicia europea dice que hay que devolver la pasta. Los bancos ratonean, escarban, buscan excusas, ponen a sus potentes servicios jurídicos a trabajar para impedir, frenar o retardar la medida, obligan a la gente a seguir denunciando, etc., etc. ¿Qué pasaría si todos hiciéramos lo mismo con aquellas sentencias que nos perjudican o no nos gustan? Como he perdido el pleito, no pago, o pago tarde. Ja.

Y la tercera decepción, o mosqueo, viene por los mismos derroteros, aunque tenga mayor impacto. Resulta que el Tribunal Supremo ha condenado a las empresas eléctricas y de gas a pagar una especia de canon a los municipios en cuyo suelo haya cables, torretas, canalizaciones y demás. Parece lógico que así sea. Pues, no; los pueblos que creían tener derecho a ese dinero, por ejemplo Villalcampo, han tenido que ir a los tribunales, meterse en juicios y esperar. Y las empresas, esas que cierran con beneficios millonarios, dicen que la sentencia no obliga "ni mucho menos" a pagar a todos, o sea que el que quiera que le den lo que en justicia le corresponde tiene que meterse en pleitos. Y se quedan tan oreadas, como los bancos. Y si algún día pierden, el Estado al rescate y a poner plata, la de los ciudadanos.

Así que le pregunté a los Reyes Magos si sabían para qué servían los dictámenes y las sentencias. Y se echaron a reír y me trajeron más dudas. Y en esas estoy.