Aunque una mirada por encima al panorama político nacional pueda causar una cierta impresión de calma, o al menos de pausa y tregua tras la tensiones electoralistas vividas a lo largo y ancho del año que acaba, basta con profundizar un poco en las aparentes aguas mansas par a caerse cuenta de que, en realidad, en los principales partidos o la mayoría de ellos, las aguas siguen bajando turbias. Tanto en el PP como en el PSOE, pese a ese súbito amor y entendimiento que les ha hecho unirse para aprobar el techo de gasto y las subidas de impuestos, y ello mientras los socialistas mantienen su postura de oposición en cuanto a algunas leyes de Rajoy, sobre cuyo mantenimiento aunque haya algunas concesiones en cuanto a cambios y reformas, el Gobierno parece estar muy firme y tranquilo. Y lo mismo ocurre con Podemos donde el enfrentamiento de Iglesias y Errejón, ya ni se disimula, en lucha abierta hasta el congreso de febrero, que marcara la política del partido, y que coincidirá con el congreso del PP. Luchas internas entre enemigos íntimos, más o menos, y con el cuchillo entre los dientes.

En el patio de los conservadores no hay dudas, ni problemas, ni siquiera alternativas, en cuanto a liderazgo, pues Rajoy durará hasta que él quiera, sencillamente. Todo está atado y bien atado, a base de seguir prescindiendo de la democracia interna exigible a un partido que tanto presume de demócrata pero donde el que sigue mandando e imponiendo es el dedo del cacique. Y sin embargo, existen malestares en su seno, y no solo entre los militantes de base, despojados de su derecho de participación directa, sino en la cúpula paralela, con Aznar desmarcándose ya del todo de la política de su sucesor. Tanto, que ha retirado la Fundación FAES de su vinculación con el PP, organizándola por su cuenta, y desde allí ha vuelto a criticar duramente al partido del que es presidente de honor en cuanto a las actuaciones del Gobierno en relación con el Estatut y el problema del separatismo catalán.

Del PSOE, bien conocida es la situación, con muchos de sus militantes, encabezados por Sánchez, exigiendo congreso ya y elecciones primarias. Por cierto, que se denuncian posibles amaños en favor de la intrigante andaluza Susana Díaz para hacerla con el liderazgo socialista. Ni ella podía llegar a más ni el partido a menos, aunque después de Zapatero todo sea posible. Pero mientras, la gestora sigue a su ritmo, se siente a gusto al lado del PP, conformando la mayoría total del bipartidismo, y no espera celebrar el congreso hasta finales de primavera o comienzos del verano. A Sánchez no le queda otra que protestar y reclamar pero habrá que ver lo que aguanta con el tiempo corriendo en su contra.

Más difícil están las cosas en Podemos, donde parece que el mesianismo de Iglesias sigue mandando en todos los aspectos, frente a Errejón y lo que representa: una izquierda distinta, mas genuina, pero moderada y realista. Tras el congreso nada cambiará y los radicales y comunistas van a continuar marcando el paso de un partido que se va deshilvanando a ojos vista y cuya otra facción pagará una cara factura por su atrevimiento al intentar influir con políticas diferentes a las enunciadas por el líder.