En plena polémica (o lo que sea) sobre la estación de Otero de Sanabria surge la noticia de que el Estado tendrá que rescatar las autopistas de peaje que se hicieron antaño (otra gracieta de don Aznar) y por las que hogaño no circulan ni los caracoles. ¿Qué significa eso de rescatar instalaciones? Pues, lo mismo que cuando se rescatan personas: que hay que pagar. ¿Y cuánto? Unos 5.500 millones, según las cifras que manejan los expertos.

-Coñe, coñe, coñe, eso es bastante más que lo del apeadero sanabrés, calibra don Caliopio, que está muy sensibilizado con lo del tren.

-Así, contando a voleo, sí parece, pero habrá que preguntarle a tanto listo como se ha guaseado de la estación de Otero y ahora anda callado o con pocas ganas de reír, asevera don Geremaro, también muy pendiente de la bronca ferroviaria.

-Será porque lo de las autopistas les toca a los de Madrid y Alicante, que son zonas modernas y muy sonadas, mientras que lo de Otero nos pilla a los atrasados y dejados de la mano de Dios

-Será, en estas cosas nunca se sabe y menos cuando mete mano el Gobierno.

Y, oiga, ¿quién se beneficiará de los susodichos rescates?, ¿quién va a ser alma de cántaro? Las grandes constructoras, esas que lo mismo te hacen un AVE en el desierto de Arabia, que el nuevo Canal de Panamá, que un puente en Australia o que gestionan, un suponer, los aeropuertos de Londres. ¡Ah! y los bancos, que para eso están, que lo de ser rescatados con cargo al erario público parece que últimamente figura en su ADN con letras mayúsculas. Bueno, pues si ya estamos todos, que comience el baile y que paguen la entrada y las copas los de siempre, es decir los parroquianos que entregan sus impuestos al Estado para que este los administre y le envíe una parte a las constructoras y bancos por las pérdidas en las autopistas radiales de peaje en la Villa y Corte y en el próspero Levante.

-Y si hubieran obtenido beneficios, ¿los habrían repartido entre los menesterosos, la clase media en declive y las familias numerosas?, inquiere don Caliopio con su mala leche habitual.

-¡Qué cosas tiene usted: ni lo dude! Nos lo hubieran devuelto con intereses, un bono para adquirir yogures desnatados y un cupón para un sorteo de un viaje a Marina d'Or o un baile con orquesta en Benidorm y actuación gratis de María Jesús y su acordeón, replica don Geremaro, que también empieza a tomarse a chirigota el asunto.

Y no es para tomárselo, no, porque están en juego muchas, demasiadas, cosas. La primera y principal, la igualdad entre todos los españoles que consagra la Constitución recién homenajeada. Ya se sabe que hay unos más iguales que otros, pero, hombre, tanto, tanto. O sea que los sanabreses, los zamoranos, los del norte de León, los del sur de Orense también tenemos derecho a contar con las infraestructuras más avanzadas, sobre todo, como ocurre en el caso de Otero, si son imprescindibles para el normal desarrollo de todo el trazado y las obligatorias e innegociables condiciones de seguridad. Y tenemos aún más derecho a que se nos trate con dignidad y respeto. Los chistecitos y las ironías finas se los guardan ustedes para las autopistas de peaje rescatadas, el aeropuerto de Castellón, el Fórum de Barcelona, las tropecientas instalaciones, ahora cerradas, encargadas a arquitectos carísimos, los déficits perennes y elevadísimos de las teles autonómicas a-mayor-gloria- de-quien-manda, aunque cueste una fractura de la sociedad, ¿verdad señores de la TV3?, y así hasta el infinito.

De modo que aquí, durante años y años, se ha tirado dinero, se han malgastado caudales y más caudales y solo se alzan ciertas voces por cuatro millones, cuatro, que se van a invertir (ya veremos cuándo) en una comarca depauperada de una provincia depauperada de un región empobrecida que pierde población a chorros quizás, precisamente, por no contar con infraestructuras parecidas a la que ahora se pone en solfa. ¡Cómo para no cabrearse!

Así que bienvenidas sean las reacciones a favor de la estación de Otero que comienzan a surgir por doquier. Claro que será necesario e imprescindible coordinarlas y buscar la unidad. El aislamiento y lo de ejercer de francotiradores nunca fue el mejor camino. Y habrá que pasar a la ofensiva, aunque solo sea para desenmascarar a los fariseos. Ya veremos las bromas que hacen algunos cuando también haya que rescatar (¡y a qué precio!) el túnel del AVE que enlaza con Francia. A ver si Puigdemont y los del "España nos roba" cantan entonces "Els Segadors" y bailan sardanas. Si paga el Estado...