La verdad es que pretender que el Gobierno del PP vaya a derogar sus propias leyes cuando no ha derogado nunca ni las ajenas más rechazadas por su ideología y por sus votantes, parece demasiado, por mucho que Rajoy para conseguir su investidura prometiese no ya diálogo, que es lo que promete siempre y a todos, sino concesiones en este aspecto. Pero ni empieza a haberlas, ni las va a haber apenas, y ha sido muy claro y rotundo al anunciarlo el otro día en el Congreso: pueden suspenderse algunas leyes, y cambiarse o modificarse parcialmente, pero no derogarse. Y es que el presidente del Gobierno entiende que las normas dictadas y aprobadas anteriormente, cuando disfrutaba su partido de tan holgada -y desaprovechada- mayoría, son acertadas y están para cumplirse.

La ley que más afecta, y afecta a mucha gente, es la de la reforma laboral, contra la que la oposición está en contra, pero la que de entrada más debate ha originado y más posturas enfrentadas ha motivado es la de seguridad ciudadana, la llamada ley mordaza, para entendernos, pues según PSOE, Podemos y otros han mantenido siempre no es más que una especie de dura censura, una limitación a la libertad de expresión en cualquiera de sus formas. Rajoy cree en cambio que se exagera infinitamente, que la libertad de expresión es total y manifiesta, y que además nadie le ha hablado nunca este asunto como motivo de preocupación, de verdadera preocupación de los españoles. Y acierta, porque un país en que se queman los retratos del rey, o la bandera nacional, o se insulta gravemente a las más altas instituciones sin que ello acarree mas que apenas unas multas, que a saber si se pagan, no parece precisamente un país amordazado sino muy libre, aunque la libertad nunca sea demasiada.

Pero el PSOE, a través de su portavoz, el patético Hernando obligado por quienes le mandan ahora, los de la gestora de su partido, a decir tan pronto arre como so, sí como no, se ha puesto farruco y ha asegurado ante los diputados que los socialistas conseguirán echar abajo esta ley, así como otras sobre las que se han posicionado. Claro que todo va a depender de lo que pase cuando llegue el momento con los prorrogados presupuestos del Estado, en el que todo será posible. Por si acaso, Rajoy ha vuelto a apelar, casi dramáticamente, al espíritu de la abstención -de la investidura- que debe ser continuado por el PSOE si quiere hacer posible el Gobierno y evitar elecciones. Con Ciudadanos ya cuenta, servilmente, bien sea a base de abstención o de unirse a los votos del PP. Sin olvidarse del ánimo pragmático de los nacionalistas del PNV, que siempre pueden echar una mano.

Queda mucho por discutir, pues ahí está igualmente el desacuerdo con la reforma laboral y con la ley de educación, en los que va a ser difícil conseguir pactos para las modificaciones con el PSOE pero casi imposible, o imposible del todo con Podemos y los independentistas. Son, sin embargo, las normas más importantes y en las que debería echarse el resto, a base de cesiones por todas las partes en cuestión, para lograr acuerdos que satisfagan a la mayoría y que sirvan con eficiencia a la sociedad.