No es Zamora pródiga en homenajes a aquellos de sus naturales que han desarrollado una meritoria labor a lo largo de la vida. Quizá porque cueste reconocer los méritos de los demás o por cierto complejo de inferioridad que nuestra tierra arrastra, a pesar del chovinismo de algunos sectores, volcados siempre sobre sí mismos. Esta falta de reconocimiento es evidente, y especialmente injusta, con dos grandes músicos y estudiosos de la cultura tradicional, oriundos de nuestra provincia: Miguel Manzano y Joaquín Díaz.

Miguel Manzano Alonso nació en Villamor de Cadozos en abril de 1934. Inició sus estudios musicales en la Catedral de Zamora, junto al célebre maestro Gaspar de Arabaolaza, completándolos más tarde en los conservatorios de Valladolid y Madrid, así como en la Escuela Superior de Música Sagrada. Ha sido catedrático de Etnomusicología en el Conservatorio Superior de Salamanca y ha dirigido las corales Voces de la Tierra y Alollano. Desde 1972 se ha dedicado a un intenso trabajo de recopilación de música popular tradicional, que ha plasmado en los cancioneros zamorano, leonés y burgalés. Tan solo el primero recoge la friolera de 1.100 documentos musicales. Esta labor de recuperación de nuestro folklore fue reconocida en 2009 con el Premio Castilla y León de Conservación y Restauración del Patrimonio. De su inspiración han salido más de doscientas obras para coro y conjunto instrumental, aunque las más conocidas son, sin duda, el himno "Crux fidelis", el motete "Christus factus est" y, sobre todo, la obra coral para dos voces "Jerusalem, Jerusalem", que se interpreta en la noche del Lunes Santo. Actualmente es académico correspondiente por Zamora en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Los días 16 y 17 de diciembre recibirá un merecido reconocimiento en el Museo Etnográfico de Castilla y León.

Por su parte, Joaquín Díaz vio por primera vez la luz en Zamora en mayo de 1947. A mediados de la década de los 60 comenzó a divulgar la cultura tradicional a través de conferencias y programas de radio y televisión. En 1976 abandonó las actuaciones en directo como cantautor para centrarse en el estudio. Ha publicado más de cincuenta libros sobre diversos aspectos de la tradición oral, amén de doscientos artículos y setenta discos. En la actualidad dirige la Revista de Folklore, la fundación que lleva su nombre en Urueña y la Cátedra de Estudios sobre la Tradición en la Universidad de Valladolid. En 1999 obtuvo el Premio Castilla y León de Humanidades y Ciencias Sociales y en 2002 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Es miembro de la Real de Bellas Artes y de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música.

Ambos carecen en nuestra ciudad de una vía pública que lleve su nombre. Deberían contar, en mi opinión, con sendas calles consagradas a honrar su ingente obra intelectual, afortunadamente aún no concluida, que ha rescatado del olvido una parte de la cultura tradicional y que nos ha enriquecido a todos como sociedad. De manera que sirva su trayectoria como ejemplo a seguir por otras personas.