E s el nombre que da título a la exitosa gira de Alejandro Sanz, cuyo cierre, cuyo final no podría tener otra ciudad que no fuera Madrid. Por algo la Villa y Corte es la cuna del famoso cantante. Dos conciertos y filas interminables de fans, miles de seguidores, de amantes de la música del cantante que aguardaron pacientemente en las inmediaciones del Palacio de los Deportes, para asegurarse el mejor sitio cara al concierto. Miles de personas soportando las bajas temperaturas que han sido la tónica general de los últimos días en Madrid. Alejandro Sanz no es tonto, es un tío estupendo, cargado de detalles que, consciente del problema meteorológico, quiso encargarse personalmente de evitar que sus fans sucumbieran al frío reinante.

Para tratar, si no de evitarlo, sí de paliarlo en buena medida, Sanz utilizó un método tradicional y efectivo ante el frío: el riquísimo chocolate con churros, repartiendo tantos desayunos como le fue posible entre su larga lista de pacientes admiradores. Detalles como este, que dice mucho y bien del cantante, los tienen pocos de sus compañeros de pentagrama. Lo suyo es que nuestra grey canora sucumba a la imbecilidad y a la prepotencia como si fueran una cosa del otro mundo.

Lo cuento para marcar distancias entre uno de los grandes como Alejandro Sanz y gentes como Pantoja y tantos otros que, además de pedir una pasta más que gansa por soltar sus trinos mejor o peor timbrados, imponen sus caprichos y extravagancias que siempre hay alguien dispuesto a afrontar.

Lo que ha trascendido sobre los antojos de la Pantoja en ese sentido, pone de mal humor. Una no sabe bien si quiere desquitarse del tiempo pasado en prisión o simplemente que, tras los últimos retoques faciales y corporales, en algún caso no muy acertados, le patina ligeramente la neurona y se hace valer de esa forma que, sobre todo en estos tiempos de crisis, deja bastante que desear. No está la cosa para caprichos. Algunos cantantes, que no lo han hecho en el transcurso de su trayectoria, podrían ser un poco más humanos, un poco más solidarios, y en lugar de embolsarse esas cifras millonarias que, en algunos casos, se aproximan a las de algunos futbolistas de élite, podrían compartir con el prójimo. Cuántos de sus fans, en situación precaria, agradecerían una muestra de cariño de ese tipo.

Anda que no hay destinos para su solidaridad. Se me ocurren el Banco de Alimentos y Cáritas. Ambos destinan sus recursos a los nuestros, a nuestros conciudadanos, a nuestros vecinos, a nuestros amigos y quién sabe si a lo mejor, algún día, Dios no lo quiera, a nosotros mismos. Porque, nunca se sabe dónde, en qué esquina del camino el viento del bienestar soplará a la contra. Bonito ejercicio de solidaridad navideña el de Alejandro Sanz. No estaría nada mal que los que más tienen se acuerden de los otros, de los que no pueden pagar el alquiler, no tienen para comer de caliente, para abrigar el frío del invierno o pagar el recibo de la luz. Un poco de sirope solidario para todos ellos.