MIGUEL ÁNGEL MATEOS RODRÍGUEZ. Historiador y profesor. Hombre estudioso y con grandes conocimientos históricos, sobre todo de los últimos ochenta años de la provincia. Se licenció en Filosofía y Letras y fue doctor en Historia. Siendo muy joven aprobó la Cátedra de Historia. También fue delegado del Ministerio de Cultura en Zamora. Miembro de la Fundación Ortega y Gasset y profesor en diferentes organismos. Autor de numerosas publicaciones. Todo ello sin dejar la política, pues ha sido concejal y diputado provincial. Posee una extensa documentación sobre la provincia. En el tema de la educación considera que debe ser plural, con intervención de los padres, alumnos y profesores. Siempre estuvo muy vinculado a su ciudad y en cierta forma a la política, que es también su gran pasión. Considerándose un "liberal", por dos veces rechazó ir el primero en las listas al Ayuntamiento de la capital por el Partido Popular. Fue director de instituto y durante bastantes años perteneció a la Comisión Provincial de Patrimonio. Sería un privilegio para Zamora contar con una publicación suya que recoja toda esa documentación que posee sobre Zamora.

PORFIRIO NAFRÍA COLLADO. Funcionario. Licenciado en derecho y gran especialista en Derecho Administrativo. Con un conocimiento profundo de la provincia, su gran pasión fue la comarca de Sanabria, cuyas montañas conocía muy bien por su vocación de montañero. Escribió un interesante libro sobre el replanteamiento territorial de la provincia de Zamora para una concentración demográfica y, a pesar de haber transcurrido 42 años, el libro resulta de completa actualidad, pues la ordenación territorial se impone, pero como el problema de la fusión de municipios es serio y complejo de realizar tiene necesariamente que ser voluntaria para los habitantes de los diferentes municipios. En su etapa de secretario general del Gobierno Civil tuvo también que dedicarse de lleno al asesoramiento político de los sucesivos gobernadores civiles, pues lo normal en las provincias pequeñas como Zamora era que aquellos no duraran más de un año. Fue un gran conocedor de la realidad de los municipios zamoranos de la época.

JOSÉ NAVARRO TALEGÓN. Profesor. Gran profesional de los estudios de Bellas Artes. Decir su nombre es referirse a Toro y su alfoz. Si José Navarro no viviera en esta ciudad, Toro sería otra cosa y muchos de sus monumentos no existirían. El último edificio a cuya demolición se opuso fue el Teatro Latorre. La intervención enérgica de Navarro lo impidió y el teatro pudo salvarse. Es muy conocido su libro sobre el "Catálogo Monumental de Toro y su alfoz", que fue galardonado con el premio de investigación "Luis Chaves Arias" en 1976, y que es obra obligada para todo el que quiera conocer de verdad esta ciudad. Durante muchos años Navarro fue comisionado en la Comisión Provincial de Patrimonio, dejando su huella clara y decisiva en la misma. Su cese no se comprendió pues su imparcialidad era absoluta. Tengo un recuerdo magnífico de sus brillantes exposiciones.

SIXTO ROBLES FARIZO. Periodista. Al finalizar el bachillerato obtiene el Premio Extraordinario Requejo, que se concedía al mejor expediente académico. Posteriormente obtiene los títulos de Maestro Nacional y Profesor Mercantil. Terminó sus estudios en Madrid, obteniendo el título de periodista. En 1958 se le nombra director del diario Imperio, pasando en 1963 a dirigir El Correo de Zamora, por fusión de ambos periódicos. Cesa como director de este último periódico en 1983, lo que supone que estuvo al frente del mismo durante 25 años seguidos. Escribía diariamente su columna "A la vera de Viriato", donde recogía la realidad cotidiana de Zamora y su provincia. Estos artículos periodísticos servirían de base para realizar cualquier estudio de tesis doctoral sobre temas vinculados a la realidad zamorana de aquella época. Fue un gran profesional, con conocimientos profundos en la mayoría de las materias, demostrando su superioridad intelectual en cualquier polémica o discusión. Sixto fue muy querido y admirado por sus compañeros, pues su conducta se basó siempre en la honradez, el trabajo y la lealtad. Es una pena que, dada su dedicación al periódico, nunca tuviera tiempo para escribir algún libro, que sin duda sería muy interesante para conocer la historia local y provincial.

CLAUDIO RODRÍGUEZ GARCÍA. Poeta. El poeta universal de nuestra tierra, siempre orgulloso de ser zamorano. A Claudio, por su manera de ser, todo el mundo lo quería. Tuve la suerte de ser su compañero de pupitre hasta el cuarto curso de Bachillerato en el Instituto Claudio Moyano de Zamora, donde la profesora doña Concha le llamaba "El Tostao", pues siempre estaba escribiendo. Mi traslado al Corazón de María hizo que la relación de amistad fuera a menos, pues ya solo nos reuníamos en la calle Pelayo para distraernos corriendo por sus calles paralelas. Claudio empezó a escribir poemas a los 13 años, pero en francés, ya que su padre tenía una gran biblioteca en este idioma. A los 17 años ya escribió su primer libro, "El don de la ebriedad", y también obtuvo muy pronto el Premio Adonais. Estudia en Madrid Filosofía y Letras, y en Salamanca estudia por libre dos cursos de Derecho. Después se marcharía a Inglaterra como lector de español en la Universidad de Nottingham. A continuación se pasa 5 años en la Universidad de Cambridge, y por último aterriza en Madrid en el Instituto Internacional como profesor contratado. Llegó a ser académico de la Lengua. Lo recuerdo siempre con una sonrisa. Lo echamos de menos.

JUAN M.ª URIARTE GOIRICELAYA. Sacerdote y obispo. Persona de sosiego, escucha y reflexión. Uno de los hombres de más hondura intelectual que he conocido. Su mirada siempre estaba alerta, como la de un ave rapaz, a la que no se le escapa ningún detalle. En Zamora se habló mucho de sus ideas relacionándolas con el separatismo vasco, pero la verdad es que en su etapa zamorana nunca dio motivos para una crítica, y en las manifestaciones por los crímenes de ETA era el primero en protestar por la actitud de estos criminales asesinos. Fue un gran valedor del sentimiento religioso de nuestra Semana Santa, y estimuló el fondo religioso subyacente en los cofrades y en el resto de los creyentes, para que lo pusieran en práctica a lo largo de todo el año. Consideraba que una de las realidades más evocadoras de la fe es la sencillez, y por esto era partidario de una Semana Santa exenta de ampulosidad. También ejercitaba esta sencillez cuando visitaba a los enfermos. Recuerdo con especial agrado las visitas que me hizo cuando estuve ingresado en el Hospital Universitario de Valladolid. En gran estima tenemos que tener también su colaboración con la Comisión de Patrimonio de la Junta de Castilla y León, pues en aquella etapa se arreglaron muchas iglesias y conventos por toda la provincia.

Sirvan estas sencillas palabras sobre el semblante y trayectoria de estas personas como mi pequeña contribución personal a su reconocimiento, pues sin duda forman parte de los grandes que son, han sido o han pasado por Zamora.