Hay un elocuente exabrupto italiano que he oído al menos en tres versiones: "Piove, porco governo"; "piove, governo ladro" y "piove, Roma ladra" (llueve, sucio gobierno; llueve, gobierno ladrón; llueve, Roma ladrona). Expresa una arraigada desconfianza popular hacia los gobernantes, que a su vez atenúa a la responsabilidad social de los gobernados: pase lo que pase, no es culpa suya, sino de "los de arriba". Recordemos que fue la prensa quien empezó a usar la expresión "la casta" en el sentido empleado luego por Podemos.

Algunos sociólogos atribuirán al peso del catolicismo el desistimiento que hace oscilar a muchos votantes entre la obediencia y la rabieta. No es una dualidad que nos resulte lejana: en el siglo pasado España se dividió entre quienes votaban como mandaba el clero y quienes quemaban la iglesia y fusilaban al párroco. En Italia no queman iglesias, pero una valla publicitaria del partido de Beppe Grillo mostraba a una señora enfadada, de mediana edad y extracción popular, que levantaba un puño airado ante la palabra "fanculo" ocupando todo el cartel. ¡Que le den a la casta!, es el mensaje que suma grandes apoyos. La propuesta programática importa menos: el Movimento Cinque Estele del humorista televisivo Beppe Grillo se alimenta del rechazo a todo en general, tras unos años en que se han sucedido los desastres: la crisis del sistema de partidos por el escándalo de la corrupción generalizada; la irrupción de Berlusconi como "remedio" y su propia caída, y una crisis económica que a los italianos les cuesta más superar que a Alemania, su referencia.

Y entonces llega Matteo Renzi, un boy scout católico moderadamente progresista y muy hábil en la escalada política, que siguiendo las lecciones de Maquiavelo, florentino como él, alcanza la presidencia del Gobierno sin pasar por unas elecciones ordinarias. Lo hace por el sistema de conquistar primero el liderazgo del partido, el PDI, y luego lanzarlo contra su propio primer ministro. Y le adulan tanto y se lo cree tanto que organiza una reforma constitucional (probablemente necesaria) y la lleva a referéndum, olvidando que en este tipo de convocatorias mucha gente no vota sobre el texto de la propuesta, sino sobre el Gobierno que la presenta.

A Renzi le ha apoyado el 40% de los votantes. Con este porcentaje se puede gobernar Italia, pero se pierden los referéndum.