Raza de víboras". Así llamaba Juan el Bautista a los judíos piadosos y religiosos que iban al río Jordán para que los bautizara. Nada de decirles palabras bonitas para atraerlos: "Raza de víboras". Palabras que suenan duras y fuertes en nuestros oídos. Y nos puede extrañar que en un tiempo tan especial como este de Adviento, la Iglesia nos proponga para la Misa del domingo esta lectura del evangelio, en la que aquel curioso personaje que anunciaba la venida del Mesías, del salvador, nos dice también: "¿Quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?". Eso no nos gusta: que nos hablen del castigo. Además... si Dios es un padre, ¿cómo va a castigarnos? Si Dios es amor -piensan algunos- no puede haber castigo, ni infierno. Serían inventos de los curas para asustarnos y para que nos portemos bien, para mantener la moral...

Sin embargo, la palabra de Dios nos enseña que nuestro buen padre es misericordioso y justo. Dios nos ama, y quiere salvarnos, y todos los días nos está dando oportunidades para que nos salvemos, para que sigamos sus caminos y así seamos felices. Pero hay personas que no hacen caso, que no obedecen, que no se dejan llenar del amor de Dios. Hay personas que rechazan la salvación de Dios, que prefieren vivir sin él y morir sin él. Esto a Dios le duele, pero admite que utilicemos así nuestra libertad, la libertad que él nos ha regalado... contra él. Y el castigo consiste en estar lejos de Dios, en vivir para siempre, para la eternidad, sin él, sin amor, sin paz, sin alegría. Eso es el infierno. Y es una realidad. Ese es el "castigo inminente" del que hablaba Juan el Bautista: el juicio de Dios, que será para todos. Pero de nosotros depende con quién queremos estar: con Dios (cielo) o sin Dios (infierno).

Pues menuda manera de animarnos en este Adviento... ¡si casi parece que esto nos quiere asustar! No, nada de eso. Basta mirar cualquier medio de comunicación para comprobar adónde nos lleva alejarnos de Dios. Y lo vemos en nuestra propia vida, en nuestras familias, en nuestros pueblos... San Pablo afirma en la segunda lectura de este domingo que todo lo que se ha escrito en la Biblia es "para enseñanza nuestra", es consuelo para que "mantengamos la esperanza". Con Dios, es posible una vida nueva. ¿De verdad lo creemos? ¿De verdad lo esperamos? En sus días florecerá la justicia, y la paz abundará eternamente, como rezamos hoy con el salmo responsorial. Esto es lo que esperamos. En Dios confiamos, y este tiempo de Adviento nos sirve para fijarnos en esto, y vivirlo. Que cada día le digamos a Cristo, el salvador: ven pronto, señor. Ven, señor Jesús.