Las promesas de empleo son las más rentables electoralmente pero también las que primero se vuelven contra los políticos cuando se incumplen. No se juega con las cosas de comer. José María González Kichi, alcalde de Cádiz, de Podemos, estuvo a punto de batir un récord de broncas en el ayuntamiento por haber faltado a sus promesas de generar puestos de trabajo. El empleo no es algo que le competa a un ayuntamiento pero por el trato más directo con los ciudadanos los alcaldes caen fácilmente en la tentación de prometerlo. Luego no pueden cumplir porque casi nunca resulta sencillo. Kichi, un tipo peculiar, majete, antisistema, con cierta guasa gaditana, ha tenido que cambiar radicalmente su discurso. De lo que prometió, nada. Ni un empleo ni una vivienda, es más a los gaditanos los siguen desahuciando.

El Consejo de Ministros se comprometió ayer en plena escalada del paro a crear 1,4 millones de empleos en tres años. Una promesa arriesgada. No es que quiera comparar a De Guindos con Kichi, pero la mentira, y en eso consiste una promesa incumplida, tiene las mismas patas cortas para unos que para otros. Zapatero prometió en 2007 dos millones de puestos de trabajo y desde entonces el paro no ha hecho otra cosa que crecer. Es verdad que ese mismo año, camino de la segunda legislatura, aseguró que España se encontraba en la mejor posición para afrontar cualquier dificultad económica, y destacó la solvencia de un sistema bancario que no tardaría en derrumbarse. Dijo, lo recuerdo como si hubiera sido ayer, que solo entendía el catastrofismo desde la ignorancia o por parte de quienes no se ocupan de la economía. Más tarde vendría Solbes a confirmarlo una y otra vez.

Recuerden, 1,4 millones de empleos. Dentro de tres años nos veremos.