Como tal podemos calificar el que reciben en las redes, en los chats, en los grupos de whatsapp personajes públicos y personas privadas todos los días y a todas las horas. Y hay que empezar a cortar por lo sano para que semejante trato no se dispense con normalidad, no se vea como normal, no se defienda apelando a la libertad de expresión. Son tantos los ejemplos. Unos, los menos, han sido castigados o han pasado por la vergüenza de ser señalados por la Justicia. Otros, los más, se despachan a gusto todos los días en la más absoluta e imperdonable impunidad.

Ojalá semejante trato tenga los días contados. De momento, la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Alicante ha condenado a dos menores a pagar una indemnización de 2.828 euros a una compañera de clase a la que humillaron con mensajes sexuales vejatorios y ofensivos, en este caso a través de un grupo de Whatsapp. A lo mejor por ahí, por el lado económico, hay que orientar el castigo. Nada hay que duela más a los españoles que el bolsillo. Si a todos esos y esas, menores o no, que hacen de la humillación, el insulto, la ofensa, la vejación una forma de comunicación colectiva se les aplicaran multas cuantiosas, todo lo que la Ley permita, esto cambiaría paulatinamente. Seguro que algunos se lo pensarían un poco mejor antes de abrir la boca y lanzar la bífida contra sus semejantes.

El daño que hacen es, en muchos casos, irreparable. Sin ir más lejos, la menor acosada sufrió estrés postraumático que persistió durante cuatro meses. La chavalita se dio de baja en el grupo pero los "valentones" la volvieron a agregar. Y usted no vea lo subiditos de tono de alto contenido sexual que eran los mensajes. A algunos menores ya no les vale todo lo que la industria pone a su disposición para el ocio. Ahora le han encontrado saborete a eso del acoso, a eso de la guarrería y del sexo a través del móvil y parece que se lo pasan bomba haciendo de las suyas.

Resulta curioso que uno de los "apelativos" machistas más degradantes que algunos hombres tienen de inmediato en la boca para referirse a las mujeres sea el de "puta". La curiosidad estriba en que los menores siguen los mismos estándares machistas de los adultos. De "puta" a "putilla" y tiro porque me toca. Putilla era el apelativo con el que los mozalbetes se dirigían a su compañera. Con desprecio y con animosidad. La minoría de edad no tiene por qué ser un salvoconducto a la impunidad y al trato vejatorio, despreciativo y degradante, trato que es delito y ha servido para que los padres de los menores tengan que hacer frente como responsables civiles directos a esa cuantía de casi tres mil euros. El daño, no obstante, ya está hecho. La niña ha pasado por un calvario que bien podría haberse evitado. A esas edades, semejantes calvarios dejan una huella que marca, que no se borra fácilmente y que, con los años, puede tener consecuencias no deseadas.

Algo se está haciendo mal en nuestra sociedad para que tales hechos, que no son aislados, se repitan con excesiva frecuencia en centros públicos y también en colegios privados. Empiezan por el maltrato psicológico en la infancia y ya sabemos cómo acaban en la edad adulta.