A los aficionados al cine el nombre de Fernando Trueba les suena, porque es de los pocos directores que mantiene ya desde hace más de 30 años una cierta regularidad y un cierto nivel en su carrera, que no es que sea ni muy densa ni muy rutilante, con alguna excepción, pero que, en su día, se dejaba notar en el triste y desolado panorama de la industria cinematográfica del país. Que Almodóvar sea o haya sido el icono de este cine español en libertad y democracia es ya toda una representación de su bochornosa ausencia de calidades. Especialmente, cuando atrás queda un pasado en el que tanto brillaron los Berlanga, Bardem, Camus, Saura, Picazo, Erice y otros, que no tienen sucesores. El cine español sigue dando pena y la gente no va a verlo porque ya está harta de tanto bodrio.

Trueba tiene un Óscar y varios Goya por su película "Belle époque", que hizo con guion del genial Rafael Azcona. En realidad, los dos únicos títulos aceptables de este director cuentan con la colaboración del que fuera extraordinario guionista. Pero pese a su evocador título, "Belle époque" no se refería a los felices años veinte del siglo pasado, sino a la década de los primeros años 30 y en España, lo que significa en tiempos del caos, de la República, a la que el director, declarado izquierdista, glorifica y exalta. Lo de siempre, vamos, desde que los nietos de los que perdieron la guerra empezaron a dedicarse a reinventar la historia en las películas y novelas. Republicanos buenos masacrados por los nacionales malos. Es la línea seguida una vez más por Trueba con su último film, "La reina de España", pero eso no es ninguna novedad. Con lo que no contaba el director era con que algunos se la tenían guardada, y a través de las redes sociales fueran a recordar lo que declaró un día, el año pasado: que nunca en su vida se había sentido español, ni cinco minutos siquiera. Porque a partir de ahí se puso en marcha un masivo boicot contra el realizador, que ha hecho que el fin de semana pasado el estreno apenas consiguiese 350.000 euros de recaudación, y eso que se proyectaba en más de 300 cines. Un fracaso en toda regla, que se va a continuar, pues la campaña prosigue y los ataques contra el director se multiplican, contando además con que la película en cuestión, según quienes la han visto, no vale para nada.

Ha replicado Trueba que quien está contra la cultura española está contra España, pero, claro, esto no puede decirlo quien tras declarar no sentirse español aseguró que si hubiese una guerra él estaría siempre con el enemigo. Eso, admitiendo que su cine sea cultura. Sin embargo, como hacen todos estos aprovechados miembros de la progresía más izquierdista, radical y rencorosa, es a España a quien pide subvenciones oficiales para sus proyectos de buenos y malos. La cosa va muy en serio y puede que el director haya de irse a hacer sus próximas películas fuera de la España de la que reniega, pues ya se está hasta las narices de estos personajes y personajillos. En la pasada Seminci de Valladolid le iban a dar el premio de prestigio, de reconocimiento a su labor, pero más de 20.000 firmas lo impidieron. Y ahora, el rechazo merecido a su última obra será el refrendo a la indignación que sus palabras suscitan.