Hay dos maneras, principalmente, de examinar este adagio y concluir "para bien". Una es acudir a la realidad y conformarse con lo que normalmente ocurra. Otra es la de quien obra en consecuencia y, efectivamente, hace que el mal ocurrido engendre un bien que antes no ocurría. Yo quiero dedicar hoy mi modesta contribución a aplicar el optimismo sobre un hecho, ocurrido el día 23 por la madrugada, que ha conmocionado a toda España: la mayor parte se ha comportado dignamente ante el hecho, algunos, por el contrario, han dado muestras de una vileza, no sé si decir acorde con su manera de proceder; pero que, espero, será muy cara en su futuro. Está claro que me refiero al fallecimiento de la exalcaldesa de Valencia Rita Barberá, muerte que algunos han calificado de "asesinato", tal vez con razón. Este aserto está explicado diciendo que hay muchas maneras de matar y una de ellas es con la difamación y el acoso mediático.

Muchos escritores, y más los que divulgan sus escritos en medios de difusión diaria, como son los diarios, disfrutan con la originalidad. Presumen de ser los primeros en presentar algún hecho o proyecto; y muchas veces con el grave peligro de equivocarse. Yo, por el contrario, en esta ocasión me precio hoy de divulgar en un medio provinciano algo que el día 23 era del dominio común para quien leyera la prensa o disfrutara (¿) de las difusiones de la televisión española: se ofrecía la opinión de muchísimas personas pertenecientes a facetas diferentes de la vida ciudadana. Unos hablaban en nombre propio; otros se referían a personas distintas de actividades conocidas por todos. La mayor parte hablaban de culpabilidad en la muerte de Rita Barberá. Alguien la calificaba (seguramente con expresión brutal, aunque verdadera) de "asesinato"; y algunos decían "por todos", refiriéndose a varias actividades profesionales o meramente de hablantes en la vida común ciudadana: conversaciones más o menos influyentes en la "opinión pública". Creo que todos coincidían en una modalidad de acciones: prejuzgar la acusación contra la política valenciana, algo que ha ocurrido con ella de manera muy especial pero que se realiza a diario con todo el que cae en un proceso judicial o en el conocimiento de la opinión pública: es eso que se ha dado en llamar "juicios paralelos" o prejuicios: emitir hasta sentencias sobre un hecho al mismo tiempo que los tribunales están entendiendo sobre el mismo. En España se realiza a diario y puede tener consecuencias gravísimas cuando se trata de personas especialmente sensibles, como ha ocurrido con la exalcaldesa de Valencia. Se ha dicho por varias personas que Rita Barberá estuvo sometida a una "cacería", por lo menos en el año y medio que ha transcurrido desde las elecciones que ganó; pero que -como ocurre siempre cuando un partido político no ha obtenido mayoría absoluta- no le dieron, una vez más, la alcaldía que había desempeñado durante 24 años consecutivos y "muchos de ellos con mayoría absoluta".

Por supuesto no voy a detenerme en señalar a quienes participaron de alguna manera en esa "cacería". Cada uno sabrá en qué medida resultó ser un "cazador". En el juicio correspondiente me hago eco de las juiciosas palabras del actual ministro de Justicia, señor Catalá: "que cada cual proceda según le dicte su conciencia". Pero sí quiero sacar de este suceso la propuesta de un resultado que puede afectar a todos, en esta y cualquier otra ocasión, cuando se trata de someter a juicio la actividad de una persona, incursa en un caso sometido a los tribunales o, simplemente, de dominio público, sin llegar al terreno de la denuncia y proceso judicial correspondiente.

Hay que huir de los "juicios paralelos". Deben dejarse las causas a la libre resolución de los tribunales de Justicia. En una democracia, en la que el tercer poder es la Justicia, debe respetarse con todo rigor la separación de esos tres poderes y no permitirse emitir un juicio, o un enjuiciamiento paralelo, que algunas veces puede influir sobre los magistrados que integran los altos tribunales de Justicia. Afortunadamente, los magistrados ejercen su libertad "magistralmente" (valga la redundancia) y sus sentencias son independientes de lo que la opinión pública esté pregonando; las sentencias de los tribunales no coinciden siempre con la sentencia prejuzgada por el pueblo. Pero, de cualquier manera, hay que guardarse la propia opinión. Para cualquier juicio, sobre cualquier materia, deben conocerse todos los datos, cosa que generalmente solo está en la posesión de los jueces, que tienen a su alcance todos los medios. Y aquí está ese "bien" que puede seguirse del mal que es el "linchamiento" de Rita Barberá, con resultado de su lamentable muerte. ¡Que nunca más ocurra un juicio paralelo!, para bien de los inmediatos interesados y para el bien de España!